La historia del tenis español en el siglo XXI no se entendería sin varios nombres. Afortunadamente el deporte de la raqueta tiene una muy buena representación española a nivel internacional. Uno de los nombres propios desde principios de siglo hasta hoy es el de David Ferrer. Nacido en Jávea (1982) y residente en Valencia, sin su metro y 75 centímetros y su derecha, el tenis español no sería lo que es hoy. Por mucho que haya un Rafael Nadal por ahí rondando.
Profesional desde 2000, tardó dos temporadas en meterse en el TOP-100 de la ATP (22/07/2002), hace quince años. El 30 de enero de 2006 se metió entre las 10 mejores raquetas para, en septiembre de 2007 convertirse en un fijo en este grupo de élite. Llegó al número 4 en 2008, aunque no sería su techo en la clasificación.
Tras dos años fuera de los 10 mejores volvió para quedarse en 2010 y en julio de 2013 alcanzó el podio de la clasificación masculina gracias a su condición de finalista en Roland Garros. Terminaría 2013 en el tercer cajón del podio.
Tres años después, en mayo de 2016, Ferrer perdería un status que ha sido parte de su tenis: el TOP-10. Con 34 años el alicantino abandonaba el grupo de élite del tenis masculino. Semana a semana fue perdiendo ranking hasta estar (a 17 de julio de 2017) en el número 46, a 74 puntos de salir de los 50 mejores.
Ferru, al llegar al torneo de Bastad (ATP 250 en tierra), contaba con 51 finales a nivel ATP, con 26 títulos y 25 veces finalista. El último torneo que vio al de Jávea disputar la final fue Viena (ATP 500) en octubre de 2015. Casi dos años después, el muro de Alicante ha vuelto a hacerlo. Ha vuelto a enseñarnos la sonrisa que otorgan los títulos. La celebración, en la pista sueca, ha sido como si de su primer título o de un joven que llega al circuito se tratara. Nunca de un jugador de 35 años que ha sido campeón de Masters 1000 y finalista en Grand Slam, con más de 1.000 partidos ATP y que acaba de ganar un torneo menor.
La cara A de la moneda es que Ferru llevaba dos años (casi, 21 meses) sin jugar una final. Fue, como ya hemos apuntado, en Viena en 2015. Entre medias, ocho semifinales perdidas (Paris, Auckland, Buenos Aires, Ginebra, Bastad, Pekín, Viena y Estoril) y 39 torneos jugados. La cara B (que en este caso es la buena), el alicantino ha ganado las últimas seis finales ATP que ha disputado.
La última final que Ferrer no pudo convertir en título fue en Viena en 2014. Desde entonces: Doha, Río de Janeiro, Acapulco, Kuala Lumpur, Viena (todas en 2015) y, desde este domingo, Bastad. Seis finales jugadas y seis ganadas.
La carrera de Ferrer le ha llevado al selecto club de tenistas con más de 1.000 partidos jugados (1.054, con los cinco partidos de Bastad) y 700 victorias ATP. La final sueca y el 27º título ATP le llega a Ferrer en uno de los momentos o temporadas más complicadas de su carrera.
Antes del torneo sueco, Ferrer presentaba un balance de 10 victorias y 14 derrotas. En (casi) la mitad de los torneos que ha jugado el alicantino (siete de 15), ha perdido en su primer compromiso.
La semana en Bastad, con título incluido, ha sido sin dudarlo, la mejor actuación de Ferrer este 2017. 27 títulos ATP y ascenso al número 33 de la clasificación. Y balance positivo en 2017: 15-14. Ferru sigue dando guerra
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