Borja PARDO – Cuarta vez que se medían Barça y Atlético esta temporada, cuarto empate entre ambos. Cuarta vez que el músculo, la intensidad y la paridad salen a la palestra. El Barça no le mete mano a los de Simeone, pero como dijo Diego Pablo tras el partido del Calderón: “Sí, ellos no nos ganan, pero tampoco nosotros les podemos vencer”.
Llegaba el Atlético a la Ciudad Condal con la consigna clara de sudar sangre, meter la pierna y salir vivo del coloseo azulgrana. Para lograr tal propósito el equipo colchonero se agarró a un portero (Courtois) que está llamado a ser el mejor del mundo en unos meses, si es que no lo es ya, un tándem defensivo sudamericano que es de lo más sólido del continente. Nunca un uruguayo y un brasileño encajaron tan bien. Los laterales son dos balas y Gabi un pulmón. Si además de eso, tu estrella (Diego Costa) se lesiona, y su recambio (Diego Ribas) te marca un soberano gol –de los mejores de esta Champions League- no le puedes pedir más al partido. Puestos a pedir, Simeone tal vez hubiera pedido que Juanfran cerrara la puerta en el gol de Neymar.
El Barça por su parte llegaba al partido en un clima de cierta relajación tras darle jaque al Madrid. Los culés querían cerrar la eliminatoria en casa, por evitar sufrimientos innecesarios en un campo incómodo como es el Vicente Calderón. No podrá ser, los de Simeone son un hueso y los azulgranas lo llevan sufriendo en primera persona desde que arrancara la temporada. Martino puso su once de gala, ese que le da protagonismo a Neymar y Cesc (sólo en la pizarra) y se lo quita a Alexis y Pedro (al banquillo). Neymar respondió a la confianza del argentino con el que seguramente haya sido su mejor partido como culé. Ya no por el gol, el cual en esencia es de un Iniesta clarividente en la asistencia, sino por la entrega demostrada por el brasileño y lo incisivo que se mostró durante todo el partido. No se puede decir lo mismo de un Messi ausente, quien sabe si reservando galones y responsabilidad para el Manzanares.
El empate deja la eliminatoria en el aire, con un Atlético que arrancará el partido de vuelta estando en semifinales. No es poca cosa esa, aunque lo es menos ante el Barça. Más allá de la constatación de los buenos que son Iniesta y Courtois, el partido deja una lesión de cuatro semanas de Piqué, la lesión en los isquiotibiales de Diego Costa, y los silbidos a Cesc y Villa por parte de la afición culé. Pueden ser tan entendibles los primeros -como toque de atención a la dispersión del muchacho-, pero que la afición del Barça silbe a Villa es tan despreciable como incomprensible. La gente olvida rápido. Una lástima.
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