Es domingo. El europeo de Torun de pista cubierta está llegando a su fin. Las mujeres del 60 metros se colocan en los tacos de salida en la última prueba antes de las dos carreras de relevos que cerrarán el evento. Ahí, en la velocidad, se echa en falta a Ewa Swoboda, positivo por Covid cuando ya estaba en la burbuja del campeonato y entonces vigente campeona. También a Dina Asher-Smith y Dafne Schippers, pensando en Tokio. En cambio, sí está Ajla Del Ponte, que va a ser la nueva reina de la velocidad 7’03 segundos más tarde con un registro que igual también le habría dado el oro de haber estado las tres anteriores en liza. La suiza corre por la calle 4, la central, esa que le ha otorgado ser una de las mejores en las series. Dos calles a su izquierda se encuentra la sueca Claudia Payton (22 años), que terminará la prueba la octava y última, la menos rápida, 7’32 segundos después. Pero ella ya ha ganado.
Para comprender por qué hay que echar la vista a 2011, cuando Payton tenía 13 y disfrutaba jugando al fútbol. Se le daba bien. Había quien decía que tenía futuro. Era delantera. Su velocidad marcaba diferencias. Cuando cogía el balón en carrera era imparable. Pero un día, el fútbol terminó para ella. Y casi lo hizo una vida normal, cotidiana, como la que hoy lleva. Había ganado a su par, había controlado el balón orientado y solo la portera rival se interponía en su camino con el gol. Ella trató de driblarla hacia un lado, pero la guardameta se tiró para ese mismo sentido, haciendo que Claudia fuera al suelo y quedando su pierna incrustada bajo todo el peso de la rival.
“En ese momento no me dolía, por toda la adrenalina que tenía, pero cuando miré mi pierna… Estaba en forma de Z”. Claudia Payton habría sufrido una fractura de fémur, aunque la forma de la rotura era tan extraña que incluso los médicos, antes de hacer pruebas, confundieron el diagnóstico. Cuando iba de urgencia en la ambulancia pensaron que lo que le había sucedido era que la rótula se le había girado. Cuando llegó al hospital, rápido vieron que se trataba del fémur. “Tenemos que recomponerlo y tirar de él ya porque si no existe la posibilidad de que haya que amputarte la pierna”, le dijeron. La operación era complicada, pero afortunadamente salió bien. O al menos eso parecía sobre el papel.
Cuando Payton estaba aprendiendo a caminar con las muletas, cuatro meses después de la cirugía, se daba cuenta que la rodilla no se doblaba, que se le quedaba enganchada, que le era imposible caminar. Los médicos determinaron que lo más probable es que jamás pudiera volver a andar por sí sola. La lesión había sido demasiado importante. Habían hecho lo que habían podido, pero quizás no fuera suficiente y su futuro se iba a ver dirigido a vivir en una silla de ruedas. Tras varias opiniones idénticas de distintos especialistas, Claudia estuvo a punto de tirar la toalla. Entonces apareció un médico de Gotemburgo que dio esperanza a toda su familia y se atrevió a realizar una operación que nadie quería hacer para estirar un poco más el fémur y recuperar la movilidad de la rodilla. Era complejo, no había nada seguro, pero Claudia quiso correr el riesgo. Todo salió bien.
Fueron más de años tres de rehabilitación. De volver a aprender a caminar casi desde cero. De tener que alternar muletas con silla de ruedas. Una adolescencia realmente dura. Una pubertad incompleta. Un proceso de crecimiento doloroso por no ser como los demás. A finales de 2014, Claudia comenzó a hacer nuevamente deporte. Rompió esquemas. Se quiso dedicar al atletismo y a la velocidad. Y lo hizo. Vaya si lo hizo.
Hoy, Claudia Peyton, de solo 22 años, tiene cuatro medallas a nivel nacional en categoría absoluta pese a su corta edad. Ha sido dos veces bronce y una plata en los 100 metros lisos al aire libre. En pista cubierta, se ha estrenado como campeona de Suecia con el oro en los 60 metros que le dio el billete a Torun donde compitió en la final. “Cuando te dicen tantas veces que vas a estar el resto de tu vida en silla de ruedas, pero luego te dicen que quizás puedas hacer vida normal…Es como la noche y el día”. Porque Claudia nunca arrojó la toalla. Y ha pasado de ser alguien que no iba a poder andar a una de las mujeres más rápidas del planeta. “Para mí, correr es ya un milagro”.
Imagen de cabecera: Vegard Wivestad Grott – BILDBYRAN