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La Liga

Con la muerte en los talones

Desde hace un tiempo siempre me ha parecido más emocionante la lucha por la permanencia que la batalla por el título. Esa guerra entre modestos que buscan ganarse un hueco. Futbolistas que quieren dejar un legado o gustar para seguir avanzado en su carrera deportiva. Entrenadores que no quieren ser recordados como aquel que estaba al frente en la pesadilla del descenso a segunda. Que no quieren ese terrible tatuaje en la frente que no te abandona hasta revertir la situación con una nueva oportunidad que quizá nunca llegue.

Lo bonito y terrible es pensar que cualquier equipo, por importante que sea, y por remoto que parezca, puede llegar a descender. Atlético de Madrid, RCD Espanyol, incluso la Juventus de Turín han tocado fondo y se han dado cuenta de que nadie es intocable.

Por eso me da coraje la Superliga. Qué gracia tiene una competición donde independientemente de los resultados y de tu actuación, el año que viene lo volverás a intentar desde la misma situación. Donde nadie tiene ese miedo, esa angustia de perder la categoría.

La Superliga de verdad es esta, la liga de la permanencia. La de la emoción y el sacrificio. La de soñar que llegas y besas el santo, que te plantas en el Camp Nou y ganas, en el Bernabéu y ganas. Convertirte en ese matagigantes que crea recuerdos de noches mágicas.

La liga de ese tiempo de descuento que se hace interminable para unos y efímero para otros. De esos córners que hacen temblar corazones y desgañitan gargantas. De jugadas en las que te comes las uñas o aniquilas, fruto de la ansiedad, esos ganchitos ‘sabor queso’ que has puesto para picar.

La lucha por esta zona de la tabla es como una película de Tarantino. Avanza lentamente durante el año, nos va dejando pequeñas escenas espectaculares, grandes partidos y magníficas actuaciones. Pero es el final lo que nos deja completamente locos. Esos últimos 20 minutos son los que pasan a la historia. 20 minutos de sangre y de lágrimas, de peleas constantes, de sorpresas o de muertes anunciadas.

Una película bonita y vibrante, pero a la vez injusta, oscura y espeluznante. Tensión, valor, orgullo y coraje, pero también, miedo, cobardía, temor y respeto. Es donde se ve la verdadera personalidad de cada jugador, el carisma y ese gen competitivo. Esos días donde el entrenador busca en su once valentía, mentalidad, físico y seguridad por encima del talento o la genialidad. Decisiones que marcan tu vida.

La única realidad es que estamos a 5 partidos de perder a 3 equipos de nuestra liga, y quien sabe, si para siempre. Porque cuando desciendes a la categoría de plata, nunca sabes si vas a volver.

Estamos a 5 partidos de perder futbolistas y entrenadores. A 5 partidos de perder lo más importante del fútbol: tres aficiones que valen oro.

¡Que sí! Que vendrán otros 3 equipos, otros setenta y tantos jugadores y tres aficiones igual de maravillosas y con las mismas ganas de acompañar a su equipo en el sueño de primera. Pero esto no es inmediato y durante varias semanas, La Liga se queda con un vacío humano que sacude el fútbol.

La parca asoma por la curva esperando a sus tres víctimas: Eibar, Elche, Huesca, Valladolid, Alavés y Getafe.

¡Que aproveche con la Superliga! Aquí nos quedaremos sufriendo en esta liga por la permanencia, llena de emociones y sueños, de humildad y respeto.

El final ya está aquí, y como en una película de Tarantino, esos últimos 20 minutos, no pueden gustar a todo el mundo. Suerte a esas aficiones, que como digo, valen oro y tienen a sus equipos con la muerte en los talones.

Imagen de cabecera: Imago Images

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