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Betiko

Dicen que nada es eterno, pero Imanol lo contradice. Su ciclo, como cualquier otro, no ha sido interminable, pero sí lo que ha fabricado y alcanzado durante este camino. De algún modo, permanecerá para siempre. Pasarán los años, y, de una generación a otra, se seguirá recordando la figura del técnico oriotarra y la bonita etapa que escribió en el club de su vida.

Imanol llegó sin hacer ruido y, con una idea clara de fútbol, hizo que la Real Sociedad volviera a tocar el cielo. Una trayectoria txuri-urdin, seis años consecutivos en el banquillo, tercer entrenador con más partidos dirigiendo al cuadro donostiarra y el que ha logrado más victorias a domicilio. Un título de Copa del Rey, cinco clasificaciones consecutivas en Europa y una participación para la historia en la Champions League. Logros y cifras que tienen entre sí el significado de su pasión.

De Imanol, entre muchas otras cosas, no olvidaremos su modo aficionado cuando la Real ganó la Copa del Rey 34 años después. Ese sentimiento incontenible que le pasó por la cabeza y le latió en el corazón. Imanol lo dio todo por este equipo y decidió marcharse porque dejó de conseguir lo que necesita darle.

El destino es caprichoso. Se despidió ante el Girona, el mismo equipo ante el que dirigió su primer partido en casa. El fútbol le permitió gozar de una victoria para decir adiós, aunque lo deportivo era totalmente secundario. En Anoeta no se jugaban tres puntos. El peso estaba en hacer justicia a un agradecimiento incuestionable. Imanol era protagonista, y se había ganado a pulso ese papel.

Pudo sentir el calor de los suyos. El mosaico, la insignia, las pancartas, la ovación, los goles celebrados, el manteo. Las gradas se vistieron para el homenaje. A ellas se acercó con su segundo para colocarse una txapela y recibir el mensaje de una afición que tuvo memoria para darle el mismo cariño que él tiene a estos colores.

En una rueda de prensa larga y emotiva, recordó a su madre. “Tenía 14 años y mi madre, con un tumor terminal, con siete hijos, tomando la quimio de hace 40 años, que era brutal, iba a Pamplona y venía que no se podía poner en pie. La última semana, inconsciente, no sabía que me estaban llevando a Pamplona a despedirme de mi madre. Cuando nos quedamos a solas, tengo un recuerdo. Lo único que me dijo fue: “No dejes de luchar y no dejes de sonreír». E Imanol sonrió hasta para decir adiós a Anoeta, el templo que tanto amó.  

Editora en SpheraSports. Especialista en Scouting y análisis de juego por MBPSchool. Sport Social Media. Eventos Deportivos

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