Quizá, algún día, me acuerde de echarle azúcar al café de las mañanas. Me encantan los días de lluvia. Me gustan los días nublados, con el cielo gris y temperaturas bajas, quizá es porque mis gustos suelen ir en contra del hombre promedio. Pero debo añadir a mi favor que los días grises son más libres porque no te obligan a ser feliz. Quizá algún día cambie, y quizá algún día Arsène Wenger fiche a un central en condiciones. Quizá, algún día, salga contento de los exámenes, sabiendo que he respondido a todo y me he fijado en la pregunta que había en la última página. Quizá, algún día, suene mi canción favorita mientras conduzco y no sólo cuando estoy a punto de aparcar o he llegado a mi destino. Quizá, algún día, Wenger no venda a sus mejores jugadores después de haber estado tanto tiempo madurándolos. Quizá puedo soportar ir de compras, pero sólo con ella. Quizá la amo. Quizá no pueda vivir sin ella, quizá es perfecta. Quizá es porque con ella puedo hablar como si lo hiciera conmigo mismo. Ya lo dice Nat King Cole en uno de sus mejores singles: “quizás, quizás, quizás…”
Quizá, algún día, mi hermana crezca y deje de llevarla a su cama cuando se queda dormida en el sofá. Quizá, algún día, el conductor del autobús me de los buenos días y me abra la puerta del maletero sin tener que pedírselo tres veces. Casi todos los jueves vuelvo a mi pueblo y tengo que coger su autobús, pero quizá él no se acuerda ni de mi cara. Quizá, algún día, Wenger fiche a un delantero de treinta goles por temporada y le diga a Sanogo que el Arsenal le queda muy grande. Quizá, algún día, me haga la cama sin esperar a que mi madre me lo repita treinta veces. Yo le contesto que es bueno dejarla deshecha, así evitas los ácaros y las sábanas se airean, pero de ahí a tenerla una semana sin hacer… Quizá, algún día, la haga sin que tengan que decírmelo. Y quizá algún día le suelte un “gracias” por tener siempre un plato caliente cuando me siento en la mesa. De hecho, quizá algún día ponga la mesa y luego recoja los platos. Quizá, algún día, el equipo en el que juego vuelva a ganar un partido, ahora mismo no ganaríamos ni contra el equipo de veteranos en el que juega mi padre, pero quizá algún día volvamos a paladear el sabor de la victoria. Quizá, algún día, la gente olvide que el Arsenal era el club con el que simpatizaba Osama Bin Laden. Quizá, algún día, Wenger fiche a un mediocentro de garantías y deja de jugar con Flamini.
Quizá, algún día, Wenger se decida y ficha a un central solvente. Un central fiable, y no como Laurent Koscielny, al que mandas a por peras y te compra lápices. Es una temeridad empezar el año con tres centrales puros (Mertesacker, Koscielny y Chambers) sabiendo que tienes que jugar cuatro competiciones. Además, el Arsenal es un equipo al que cada año visitan las lesiones. Ha sido muy criticado por preparadores físicos, pero el técnico francés sigue sin modificar su gestión y sin tener un plan eficaz para prevenir las lesiones, y claro, en la enfermería del Arsenal ya no cabe más gente. Por culpa de la mala planificación de Arsène, el conjunto londinense ya ha tenido que jugar con Monreal y Debuchy como defensores centrales. “Y así pasan los días y yo, desesperado, y tú, tú contestando: quizás, quizás, quizás”.
Quizá, algún día, el Arsenal fiche un medio centro y a un delantero de primer nivel. Cada mercado de fichajes suenan infinidad de nombres para reforzar dichas demarcaciones, pero acaba el plazo y al conjunto de Londres no llega nadie. Sinceramente creo que si el club gastara unos cien millones para traer a un central, un mediocentro y un delantero, pasaría a aspirar a ganarlo todo. Sí, todo. Quizá, algún día, Arsène lea mi artículo y crea que estoy en lo cierto. “Estás perdiendo el tiempo, pensando, pensando. Por lo que más tú quieras, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo?” Quizá, algún día, pero algún día es mucho tiempo.