En el Bernabeu siempre vemos a un hombre mayor, de pelo blanco, al que los jugadores siempre besan, abrazan y saludan cuando saltan al campo. Su nombre es Agustín Herrerín, y aunque muchos no lo conozcan lo suficiente, es una de las personas más importantes en la historia del Real Madrid, no solo por el amor que le profesan los jugadores como hemos visto en múltiples ocasiones, especialmente cuando Cristiano Ronaldo le brindó su Balón de Oro, sino por una noche de abril en la que salvó al Madrid de no volver a ser el rey de Europa.
Corría un 1 de abril de 1998, el Madrid volvía a plantarse en unas semifinales de Champions tras muchos años de sequía, buscando una séptima Copa de Europa que hacía más de 30 años que se le resistía. Enfrente el Borussia Dortmund, vigente campeón, que venía de vencer el año anterior a una Juventus que volvería a perder otra final, esta vez contra el Real Madrid poco tiempo después.
Pero para que esto se produjera el Madrid tuvo que superar una de las noches más tensas de su historia. Se disponían los jugadores a escuchar el himno de la Champions, cuando de repente la portería del Fondo Sur se desploma. Los culpables fueron un centenar de Ultra Sur, que se encaramaron a la valla metálica a la que estaba sujeta la portería, y cuando esta cayó se la llevó por delante, y a punto estuvo de llevarse también la clasificación del Madrid, pero allí estaba un hombre para cambiarlo todo, era el momento de Herrerín.
Eran otras épocas, en el estadio no había porterías de repuesto como hoy en día y los operarios no eran capaces de repararla de ninguna manera. Así que Herrerín decidió ir a buscar una a la Ciudad Deportiva, entonces a 2 Km del Bernabeu. Llegaron allí y como no podía ser de otra forma en esta noche de chapuzas y catástrofes, nadie se encontraba en la instalaciones y no había llave para abrirla, con lo cual Herrerín de 63 años tuvo que saltar un muro para hacerse con su objetivo. Una vez localizada la portería surgía otro problema, la forma de trasladarla. Aquí aparece en escena Cándido Gómez, un camionero al que Herrerín tuvo que convencer para que les ayudara a bajar la portería. Como si del Presidente del Gobierno se tratara, el camión bajó escoltado por la policía, en dirección prohibida y a 90 km/h, lo máximo que permitía el vehículo.
Llegaron al Bernabeu y la catástrofe todavía no había acabado, la portería no cogía a la hora de introducirla en el estadio, y tuvieron que vérselas y desearlas para conseguirlo. Mientras tanto en el campo los alemanes presionaban al árbitro para que suspendiera el partido, pero la UEFA quería que se disputara, aunque la espera no podía ser eterna. Finalmente consiguieron que la portería llegara al campo, entre vítores del público, la agonía había terminado.
El partido se desarrolló sin problemas, el Madrid ganaría 2-0 con goles de Morientes y Karembeu. La vuelta se saldó con un 0-0 y la final ya es por todos conocidas, ese gol de Mijatovic que devolvió la corona al Real Madrid. El camionero se llevó 58.000 pesetas, relojes, una insignia, un balón firmado por los jugadores y el agradecimiento de la directiva. Por su parte el Real Madrid recibió una multa de 130 millones de pesetas, la multa más alta en la historia del fútbol en ese momento, además de dos partidos de sanción que se redujo a uno.
Sirva esta historia para reconocer la labor de todos esos trabajadores de club que están a la sombra, que no se llevan el reconocimiento del gran público en muchos casos, pero que sí tienen el cariño de los que los conocen. Como Herrerín, un hombre querido por toda la plantilla y al que un jugador de la talla de Cristiano Ronaldo trata como a su propio abuelo. Un hombre que lo ha dado todo siempre por el Real Madrid, sin pedir nada a cambio, solo por amor a un escudo al que ha dedicado su vida, así que recordad que Agustín Herrerín es uno de los héroes del madridismo, y sin duda, el otro héroe de la Séptima.
Imagen portada: www.realmadrid.com