
Huracán: Viento de fuerza extraordinaria. Imparable: Que no se puede parar o detener. Ambas palabras, juntas, no pueden definir mejor a una deportista que pudo rendirse antes de empezar su carrera, que le pusieron mil obstáculos y los superó todos, que dejó todo su mundo atrás para empezar de cero en un lugar donde sí le iban a dejar soñar.
Adiaratou nació mujer y albina en un país donde ambas cosas significan lo contrario a ser libre. Su familia era musulmana y su padre tenía tres mujeres. Su madre era la más joven de ellas y tenía nueve hijos. Aunque Adi era la favorita de su padre, su intención era marcharse a Occidente para no tener que casarse con 12-13 años con un hombre que le doblaba la edad. Además, las oportunidades en deporte femenino eran escasas, eso lo sabía la propia Adiaratou cuando con siete años vio su primer campeonato de atletismo por televisión. Sus opciones disminuían más si cabe por el trastorno genético que padece y que produce la reducción o ausencia total del pigmento melánico de ojos, piel y pelo. Y no solo por las limitaciones físicas que ello supone (pérdida de visión, mayor sensibilidad a los rayos de sol). En realidad, el principal inconveniente tiene que ver con la estigmatización de los albinos en el país de África occidental, donde creen que dan mala suerte.
Les escupen a su paso, se apartan al pasar por su lado porque creen que esta disfunción genética es contagiosa. Al menos una vez al año se produce una caza sistemática contra los albinos: les persiguen y los asesinan o les mutilan, porque paradójicamente creen que cortarles un miembro del cuerpo y tenerlo como amuleto o utilizarlo para rituales mágicos da buena suerte. A Adiaratou nunca le pasó nada, básicamente porque apenas salió de su casa. Sus padres no le dejaban salir del barrio, y en cuanto tuvieron oportunidad la mandaron a España, concretamente a Logroño, donde vivía uno de sus hermanastros. Entonces tenía 11 años y en apenas seis meses ya había aprendido español, se había puesto gafas y se había matriculado en el colegio. Todo marchaba viento en popa.
Pero un día, su hermanastro intentó ahogar a su cuñada, que llamó a la policía. Él huyó, y ya no se supo nada de él. Adiaratou acabó en un centro de menores, donde pasó dos años. A los 15, apareció la persona que le cambió la vida. Lina Iglesias la adoptó, se la llevó a Lugo y le buscó un club de atletismo, aquel deporte que le entusiasmó ocho años antes en su casa de Mali. Y allí sorprendió a todo el mundo, pues pasó de no haber participado en una carrera en su vida a ganar a atletas sin discapacidad visual. En el verano de 2019 se proclamó campeona en 100m y en 200m en los campeonatos absolutos de Galicia. A finales de ese año se ganó el billete para los Paralímpicos conquistando la plata en las dos pruebas celebradas en el Mundial de Dubai. En el Europeo ganó oro y plata. Y en el Campeonato de España sub-23 absoluto (peleando con atletas sin discapacidad), logró dos espectaculares medallas de bronce.
“No veo la meta. Tampoco los marcadores con las puntuaciones. Hasta que no se me acerca alguien y me dice mi marca, no me entero de lo que ha sucedido durante la carrera”, confesó en una entrevista en Telva. Esa falta de visión la compensa con unas actitudes físicas impresionantes, que ha perfeccionado a base de un trabajo constante (entrena cinco días a la semana y compite uno). “Me entreno para correr más que las demás: si la prueba es de 200 metros, hago 250, así me aseguro de haber llegado a la meta». Así fue en Tokio, donde en la prueba de 100 metros conquistó el oro con una remontada categórica en el último tramo. Fue uno de los grandes momentos deportivos del pasado 2021.
La remontada de @AdiIglesias
— David Orenes (@david_lrl) August 31, 2021para ganar el oro pone los pelos de punta. Uno de los momentazos del año. Qué metros finales
Vía @teledeportepic.twitter.com/Fdf0pXJzhL
A Lugo volvió con ese oro y una plata (en 200m), confirmándose como una de las grandes triunfadoras de la delegación española y su punta de lanza para los principales eventos de aquí a una década. Desde hace unos meses entrena en la Residencia Blume de Madrid, la más prestigiosa del país, donde a sus 23 años espera seguir dando pasos de gigante. Ya sea reinando en el deporte adaptado o haciendo historia frente a rivales sin discapacidad, de lo que no hay duda es de que su talento derriba muros y su tenacidad es imparable. Como un huracán.
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Imagen de cabecera: Comité Paralímpico Español
Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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