Jorge Bustos dijo hace tiempo: «Pero uno no tiene memoria de que el Real Madrid haya ganado jamás nada de un modo planificado, sostenido y soviético, sino más bien a lomos de una yegua epiléptica llamada Historia que solo se deja cabalgar por jinetes megalómanos capaces de tropezar en un charco un día y de correr sobre el mar al mes siguiente. Esta es la rutina del Madrid. Y así ha de ganar la Undécima Copa de Europa»
Así fue. El fútbol no entiende de deudas, tampoco de oportunidades ni de justicia. Por eso es tan querido y odiado, a partes iguales. Un deportes que nos causa pasión. Era una final muy emotiva, por antecedentes, rivalidades y trayectoria. Dos nuevos vecinos frente a frente. Madrid, capital de Europa. El Atleti venía de ganar a tres campeones en sus respectivas ligas (PSV, Barcelona y Bayern) mientras que el Madrid, más por su yo emocional que por rival se había complicado su travesía hasta la final.
La ciudad de Milán, única con dos campeones de Europa (siete veces Milán y tres el Inter) acogía una final de una trascendencia emocional colosal. De primeras, el Madrid ofreció una imagen sólida y convincente hasta el descanso. Consiguió el gol de Ramos -un hombre de momentos- que le daba la ventaja en el marcador y con ello dio un paso atrás que el Atleti bien no supo aprovechar hasta reiniciado el segundo acto. Con la lesión de Carvajal y la entrada de Carrasco en lugar de Augusto, el Atleti mejoró. Se atrevió el belga por derecha y Danilo no supo ni pudo frenarle. Si el Madrid resistía, mucho tenia que ver Casemiro. Un hombre que descubrió y se atrevió, el entrenador que ya no está y que Zidane siguió apostando por él. Si Modric y Kroos, son titulares por antonomasia, fue Casemiro quien sentó a Isco y James. Con trabajo, entrega y esfuerzo, se ganó un hueco en la medular. Y en el día más importante de la temporada y de los últimos dos años, fue el mejor o uno de los hombres más trascendentales.
Con esfuerzo y una serie de trascendencias, la inercia en el segundo acto había cambiado. El Atleti llegó y por méritos propios, anotó Carrasco el gol del empate a diez minutos del final. El guión de Lisboa había dado un vuelco, el Madrid que esta vez se había adelantado, se derrumbaba a diez minutos del final. El Atleti creía, Simeone alentaba a la grada. Quedaba mucho y el Atleti estaba muy vivo. Durante la prórroga, calambres, nervios y cansancio demostraban la fatiga de un Real Madrid, muerto de piernas y vivo de mente.
El Madrid en sus 14 visitas anteriores, nunca había ganado en San Siro y lo hizo en su noche más importante. Como en Lisboa que tampoco había ganado y se estrenó con la Décima de Ramos. La hora del Madrid no tiene fin, ni en las buenas ni en las malas. Un animal con más de siete vidas.
Con la consecución de la Undécima, Zidane entra en el elenco de entrenadores que fueron campeones como entrenadores después de haberlo sido como jugador: Muñoz, Trapattoni, Cruyff, Ancelotti, Rijkaard, Guardiola y ahora Zizou. Un hombre tranquilo, sencillo y demasiado elegante. Supo reponer a un equipo hundido y muerto en apenas 200 días.
Siete veces ganó un equipo la copa de Europa tras cambiar de entrenador a mitad de temporada y 3 de esas siete, el equipo era el Real Madrid. Cuando el Madrid estaba muerto y herido, ha resucitado, subido al caballo de la historia para volver a ganar y poner a la vida todo orden. Ésta vez fue el palo y el consecuente gol de Cristiano. Una lotería de penaltis decidió que el Madrid fuera campeón. Once veces en la historia responden a la grandeza de este club. En Septiembre, te exigirán la Duodécima y ya no habrá canción que pueda rimar. Esta es la exigencia del Real Madrid, del campeón. Nacido para reinar. «Criaturas de mis sueños, levantaos y bailad conmigo, yo soy el rey«