Los peores fantasmas posibles se le aparecieron a Rudi Garcia y a la Roma en el penúltimo partido de la fase de grupos de Champions League. En el Camp Nou, al técnico francés y a todo su equipo solo les pudo venir a la memoria un recuerdo.
Ocurrió el 21 de octubre de 2014, un año, un mes y tres días antes. De nuevo en la fase de grupos de la máxima competición europea. Entonces fue en casa, en el Olímpico. El colosal estadio romano no pudo ser un mejor escenario para admirar el desfile triunfal del Bayern de Guardiola. 1-7 fue el resultado, cinco de esos goles en apenas media hora de encuentro. Un absoluto desastre.
El abultado marcador, signo de una inocultable debacle, supuso además un punto de inflexión definitorio en la temporada de la Roma. Los giallorossi habían comenzado el curso a altísimo nivel, tanto en Champions -donde habían goleado al CSKA y empatado con honor ante el City- como en Serie A. En el campeonato italiano solo habían perdido un partido, contra la Juventus, con enorme polémica y la frase lapidaria de Rudi Garcia: “Tras este partido estoy seguro de que ganaremos el Scudetto”.
Pues bien. Desde esa derrota contra el Bayern el nivel de juego de la Roma decayó ostensiblemente, marcando el punto inicial de una caída que desembocó en el desastroso inicio de año 2015, cuando los capitalinos perdieron definitivamente toda opción de Scudetto. Las cíclicas y habitualmente exageradas expectativas de los aficionados chocaron ese día con la dura realidad europea, creando un trauma psicológico que el equipo nunca llegó a superar, al menos para luchar por el título, que era el gran objetivo.
Sin duda, ese oscuro recuerdo se le pasó por la cabeza a club, técnico, jugadores y aficionados de la Roma al salir vapuleados del Camp Nou. El Barcelona no tuvo piedad, en plena forma tras el clásico y con la espina clavada del partido de ida, en el que la Roma arrancó un empate gracias al espectacular gol de Florenzi.
En descargo de la Roma, esta vez se le puede dar la razón a Garcia: “Era imposible ganar, se necesitaba un milagro”. Hubo graves problemas, evidentemente, como la ya manifestada fragilidad defensiva o la falta de actitud en la presión. Pero en este caso, y probablemente al contrario que en el hundimiento del año anterior ante el Bayern, los deméritos de la Roma fueron menos decisivos para el resultado que la superioridad neta del Barcelona. Un equipo al que, hoy por hoy, solo puede hacerle frente el propio equipo bávaro.
A eso se puede agarrar la Roma para evitar que la 6-1 sufrido en Barcelona reproduzca los males que desencadenó un año antes el 1-7. Por el momento, la única cosa clara es que la clase alta europea sigue a años-luz de los giallorossi.