El Valencia se desmorona como un castillo de naipes. Se está derritiendo como la cera de una vela o como un helado de limón a la intemperie en pleno mes de agosto. Todas las señales ilusionantes que mostraba en las primeras semanas de competición pasaron a marcar un triángulo con una exclamación en claro aviso de peligro. El valencianismo no vivía un pánico y una zozobra como la de esta temporada desde el año del único descenso a Segunda (1986).
Gattuso salió por la puerta de atrás por sentirse incapacitado de revertir la situación y, aunque lo negaran, por no recibir ayuda en modo de refuerzos. Estaba convencido que su mensaje ya no calaba como al principio, sus ideales chocaban frontalmente con los miedos que veía en las cabezas de los futbolistas y el club decidió tomarse un mercado de enero sabático a pesar de las evidentes carencias de la plantilla. Otro entrenador engañado y triturado en la ‘Thermomix Meritoniana’. Además, Peter Lim, o lo que es lo mismo, el mayor monstruo que tuvo este club en 104 años de historia, sigue con la sociedad abandonada, gobernándola como en cualquier provincia de la antigua Persia, despótica y arbitrariamente. Haciendo ostentación de su poder. Como los sátrapas, vaya. Con una cara como el cemento armado vendiendo su compromiso en boca de Layhoon Chan por ampliar capital para evitar una causa de disolución propiciada por su flemática, cachazuda, desidiosa y negligente gestión. Y por si la demencia e insania no fuera suficiente, tiene a su cachivache tronchado, rajado y desbaratado llamado VCF sin entrenador. Y esto no tiene nada que ver con Voro. Respeto máximo por una persona de club que ha apagado el fuego en numerosas ocasiones y que es portador de un sentimiento que en Singapur solo guardan a su hospitalaria empresa matriz.
El Valencia necesita un técnico capacitado, a poder ser con el ADN verdadero, con mucha mili, que sepa lo que es una situación pantanosa y que, al mismo tiempo, sepa desmenuzar unos problemas de bloqueo mental que están propinando que, tras el Mundial, se sea el peor equipo de la Liga. Numéricamente y en sensaciones. Solo se está un punto por encima de la quema, ya sin red que amortigüe y, si el Cádiz le gana al Girona en el partido que abrirá la vigésimo primera jornada, el Valencia comenzará el suyo ante el Athletic en zona de descenso. Como para no estar cagado del susto.
El próximo sábado día 11 de febrero el valencianismo tiene un doble objetivo: ayudar a sus futbolistas como en las grandes citas para suministrarles un chutazo de energía y batallar contra un enemigo que sigue teniendo a su club secuestrado bajo el mandato de un tirano al que solo le interesa el Valencia como vehículo para desarrollar sus negocios. Sé que las manifestaciones multitudinarias no son el único camino que se necesita para que Meriton desaparezca de una vez pero una imagen contundente al mundo entero seguro que daña su reputación internacional y demuestra lo importante: la unión del valencianismo ante las zarpas de unos indeseables. Ojalá pronto los de Mestalla puedan liberarse de esa soga y rescatar un club enorme e histórico. Simplemente para volver a ser felices. Para mirarse a las caras y sonreír. Sabedores que eso que contaban sus abuelos volvía a cobrar sentido. Desde la normalidad. Donde el fútbol sea lo que prime y haya una estructura deportiva consistente que sea la encargada de poner entrenadores y futbolistas que vuelvan a situar a uno de los grandes de España al lugar que le corresponde.
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