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Paula Badosa: La tierra prometida

“A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates”. Las palabras que se recogen en el Génesis de la Biblia (15:18-21) son de Yahvé, Dios único de los judíos, hacia Abraham, considerado el primer patriarca del judaísmo. Aquella tierra prometida, que comprendía los actuales Israel, Líbano y Siria, se ha caracterizado por ser una zona en permanente conflicto. Y su pueblo, la mayor demostración de supervivencia y lucha contra la adversidad.

Porque aquella estabilidad que se inició con los reinos de Saúl, David o Salomón (llegando a controlar la mitad de Siria y Damasco) se desvaneció con la muerte de este último, dividiendo el reino en dos (Israel y Judá) y sirviendo en bandeja la conquista a los temibles asirios, babilonios y persas. A partir de ese momento las catástrofes se sucedieron, y los judíos sufrieron todo tipo de calamidades, desde la aniquilación a manos de Nabucodonor hasta el genocidio nazi, pasando por las cruentas guerras con Palestina.

Y sin embargo, los judíos nunca perdieron la fe. “El pueblo oía una y otra vez que todos los sufrimientos eran tan sólo castigo y prueba, y que en algún momento llegaría la gran redención, el Mesías, el Salvador, que devolvería al pueblo su antiguo poder, además de una felicidad interminable” (Ernst H. Gombrich). De todo golpe se saca un aprendizaje, y quien consigue levantarse después de una dura caída suele volver incluso con más fuerza.

De eso sabe mucho una Paula Badosa que con apenas 24 años ha vivido en un auténtico carrusel de emociones. De ser considerada la gran joya del tenis español tras conquistar Roland-Garros júnior (2015) a caer en depresión y sufrir ansiedad por no cumplir las altas expectativas que todos habían depositado en ella. Salir de ese pozo y encontrar la felicidad fue lo que le hizo remontar 76 puestos en poco más de un año, ocupando actualmente el nº6 en el ránking WTA (llegó a ser la cuarta) y confirmándose como la principal raqueta nacional por delante de su referente, Garbiñe Muguruza.

“He pasado por muchos momentos complicados en mi vida, pero ese espíritu de lucha siempre ha estado ahí, nunca lo he perdido; siempre pensé que podía ganar un torneo tan importante como este o un Grand Slam, y eso me ha mantenido en la lucha y me ha permitido que conserve la ilusión”, dijo la catalana nacida en Nueva York en una entrevista con El País, poco después de proclamarse campeona en Indian Wells, la primera española en conseguirlo. Aquellos fantasmas que le atormentaban se fueron para siempre.

“Es la nueva Sharapova”, se decía de Paula cuando con apenas 17 años levantó su primer gran título júnior en tierra batida, su superficie favorita. El parecido físico con la rusa (altura, ojos cristalinos) y también en su juego (más pegadora que pelotera) fue una perdición en lugar de una bendición. Los elogios le pasaron factura y las comparaciones se volvieron odiosas. Fue a finales de 2018 cuando tocó fondo, hasta el punto de sentir pavor al pisar una pista de tenis. Su entorno le jugó una mala pasada. “Todo fue muy deprisa y era muy joven para gestionarlo. Empecé muy bien, pero llegó un momento en el que me vino un bloqueo. Estuve dos meses pasándolo mal, tanto fuera de la pista como dentro de ella», reconoció Badosa recientemente.

Con la ayuda de Xavi Budó, la catalana hizo un reset mental y comenzó a relativizar las derrotas que antes la torturaban. Cambió por completo su estilo de vida, desde la alimentación hasta la preparación física, sintiéndose por primera vez una tenista profesional. Pero sobre todo se hizo fuerte ante la adversidad. El 2021 no pudo empezarlo peor, contagiándose de covid-19 y echando por tierra toda su preparación de cara al Open de Australia. Cayó en primera ronda, agotada y fuera de forma, pero esta vez no dio opción al hundimiento. “Fue complicado, físicamente me costó recuperar el nivel. Pero mentalmente lo llevé bien, dentro de lo que pude. Estaba preparada, estaba mentalizada para un año duro. Tenía unos objetivos, pero sabía que para lograrlos tenía que sufrir, luchar mucho”, confesó en Eurosport. Badosa ya era otra, había encontrado su gran redención.

El sufrimiento como forma de vida. Quien se dedica al tenis sabe de lo que estamos hablando: un deporte solitario, donde llevas el cuerpo y la mente hasta sus límites. Donde caer está permitido, pero levantarse es una obligación. Ni aquel positivo en Melbourne ni la insolación que la dejó fuera de la lucha por las medallas en Tokio minó la moral de la catalana, que firmó un año espectacular coronado con el título en Indian Wells y las semifinales en las WTA Finals. En Roland-Garros, el Grand Slam que la colocó tan joven en el escaparate, alcanzó los cuartos de final sabiendo que su gran nivel en el torneo le habría podido llevar incluso más lejos. Este año su objetivo no es otro que levantar su primer grande, y no hay duda que el que más le ilusiona está en París, la tierra que en su día le fue prometida y que quizá muy pronto se convierta en realidad.

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Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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