La vida se puede resumir en dos únicos conceptos; saber disfrutar de los buenos momentos e intentar sobrevivir a los malos. Y es que a lo largo de tantos y tantos años tiene que haber tiempo para sonrisas y lágrimas. Tramos en los que todo viene de cara, en que los esfuerzos tienen su recompensa y en que, en definitiva, disfrutamos de todo lo bueno que nos está deparando el presente. Pero también fases mucho más desagradables, durante las cuales nada parece salir como deseamos y donde la desesperación puede llegar a causarnos serios problemas.
Hasta hace muy pocas semanas en Lezama se vivía una de esas situaciones de preocupación. El Athletic, equipo que ostenta cinco ligas en su palmarés y otros tres subcampeonatos, pasaba verdaderos apuros para distanciarse de la zona peligrosa de la Primera Iberdrola. Superado el ecuador de la competición el cuadro bilbaíno tan solo había cosechado tres victorias en toda la temporada, y un único punto lo separaba de las plazas de descenso. Llamaba poderosamente la atención no encontrar a las leonas en plena lucha por acceder a los puestos Champions, pero sorprendía más todavía esa alarmante cercanía con la parte baja de la clasificación.
Siempre es peligroso jugar con fuego, pero si además no estás acostumbrado a ello tienes muchas más posibilidades de acabarte quemando. Por ese motivo era importante que el Athletic Club dejara atrás la espiral negativa cuanto antes, dado que el conjunto vasco atesora muy poca experiencia gestionando situaciones límite para mantener la categoría. Y por lo tanto, alcanzar la recta final del campeonato metido de lleno en esa lucha, podría resultar mortal de necesidad para un equipo habituado a otra clase de objetivos.
Ante una más que preocupante dinámica el 2021 trajo consigo un cambio de entrenador. Ángel Villacampa había llevado al Atlético de Madrid a lo más alto, ganándose a pulso un puesto entre los mejores técnicos de la categoría, sin embargo en Lezama no fue capaz de mantener el nivel que sus jugadoras venían demostrando año tras año. La elegida para sacar al Athletic del atolladero era una histórica de nuestro fútbol femenino. Una apuesta arriesgada, dado que Iraia Iturregui ejercía por aquel entonces como entrenadora del filial, pero dentro del club era mucho más que eso. De modo que la segunda futbolista con más partidos en la historia de la entidad pasaba a tomar las riendas del primer equipo.
Los resultados no aparecieron al instante, pero con el paso de las jornadas el conjunto vasco comenzó a mostrar cierta mejoría. El primer triunfo de la era Iraia no llegó hasta un mes después del nombramiento de la nueva entrenadora, con una victoria contundente por 3 a 0 ante el RCD Espanyol. Pero ese encuentro acabó por aportar al grupo algo mucho más valioso que tres puntos, un aumento de confianza que ha terminado por modificar ostensiblemente un panorama del todo preocupante por otro mucho más esperanzador.
El conjunto dirigido por Iturregui ha sumado 13 de los últimos 18 puntos disputados. Una racha que quizás no es suficiente cuando estás luchando por ganar una liga rodeado de equipos que pinchan poco, pero que sí te permite abandonar una zona peligrosa donde los rivales directos suman muy poco a poco. En este caso al cuadro bilbaíno le ha dado aquello tan vital para seguir vivo; oxígeno. Y un Athletic que ahora respira, es otro Athletic.
En Lezama las leonas vuelven a rugir. Y lo hacen para defender lo que es suyo, aquello que tanto les ha costado conquistar a lo largo de las últimas décadas; un lugar entre los grandes del fútbol femenino de nuestro país. Meses atrás esos rugidos no generaban el temor de antaño, pero el instinto de supervivencia ha llevado al Athletic a superar esta situación, a volver a enseñar los colmillos a cualquier rival que intente arrebatarle los puntos, y a alejarse lo suficiente de la zona de descenso como para encarar la recta final de campeonato con cierta tranquilidad. En su día en Bilbao supieron disfrutar de los buenos momentos, ganando por ejemplo una liga en 2016, y ahora, cuando las tornas han cambiado, están sabiendo sobrevivir a los malos.
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