Qué lindo resulta a veces viajar mentalmente en el tiempo. Y teletransportarse a momentos y lugares pasados que nos han marcado para bien, especialmente en estos meses en los que la tragedia nos azota día tras día en forma de pandemia. Personalmente tengo una especial predilección por el verano de 2010, un verano en el que futbolísticamente hablando tocamos el cielo, un verano en el que por primera y única vez en nuestra historia nos convertimos en la mejor selección del panorama internacional.
Del Mundial de Sudáfrica guardamos imborrables recuerdos. Imágenes que quedaron grabadas en nuestras retinas y que ya jamás podremos olvidar, como la celebración de Andrés Iniesta al anotar el gol de la victoria ante Holanda. O la de Iker Casillas alzando al cielo entre flashes una copa que solo unos pocos elegidos han podido conquistar. Y por supuesto también recordamos algunos sonidos, experiencias sonoras que irremediablemente quedaron asociados a aquella gesta y que probablemente, desde entonces, sabríamos reconocer en cualquier lugar en el que las volviéramos a escuchar.
Algo así nos sucede con las vuvuzelas. Tras 30 días en que se convirtieron en uno de los sellos de identidad de aquella cita mundialista, y por muy ruidosas que pudieron llegar a ser, volver a escucharlas representaría recordar de nuevo todo lo bueno que nos sucedió. Unos instrumentos que siempre han estado presentes en los encuentros de la selección masculina y femenina de Sudáfrica, resultando imposible disfrutar de un partido de los Bafana Bafana o de las Banyana Banyana sin que ese característico sonido emane desde de las gradas.
Esas mismas vuvuzelas que retumbaban en Johannesburgo hace más de una década vuelven a sonar, no de manera física pero sí mental, a 11.500 km de distancia. El ritmo sudafricano ha aterrizado en Guipúzcoa, concretamente en Eibar, cambiando el clima árido del tercer continente más grande del mundo por la verde y omnipresente vegetación del País Vasco. Y es que el humilde pero ilusionante proyecto del Eibar femenino tiene a dos abanderadas que han causado sensación durante la primera mitad de la Primera Iberdrola, dos futbolistas sudafricanas que se han convertido en piezas fundamentales del gran rendimiento que está mostrando el conjunto armero en su vuelta a la máxima categoría.
Noko Matlou y Thembi Kgatlana aterrizaron en Unbe este pasado mercado estival. Matlou, central experimentada de 35 años procedente del First Touch, llegaba con el claro objetivo de aportar solidez y veteranía a una zaga talentosa pero inexperta en las grandes competiciones. Algo que ha logrado mostrando una excepcional colocación sobre el campo y un soberbio juego aéreo. Por su parte Kgatlana, fichaje top procedente del Benfica, estaba destinada a sumar velocidad y desborde en una delantera confeccionada para crear peligro a través de la verticalidad y los contragolpes, metas que ha alcanzado sobradamente demostrando que es una de las atacantes más desequilibrantes de la competición.
Las cifras hablan por sí solas. En su retorno a primera división el Eibar ocupa una cómoda décima plaza cuando ya se ha superado el ecuador de la competición. Un colchón de 8 puntos sobre la zona de descenso es más que suficiente para afirmar con total seguridad que el cuadro armero ha acertado con las incorporaciones.
Atrás Noko Matlou capitanea una línea defensiva que ha demostrado orden y solidez en todos y cada uno de sus partidos. No es fácil, el equipo de Iker Dorronsoro vive muchas fases de sus encuentros agazapado en su territorio, por lo que debe solventar con éxito numerosas llegadas rivales. Y arriba Kgatlana ha supuesto una pesadilla para todos los equipos a los que se ha enfrentado, habiendo participado en el 62% de los goles anotados por el Eibar. Con 8 tantos en su haber y 5 asistencias repartidas en lo que va de temporada hablamos sin ningún tipo de duda de una de las futbolistas revelación del campeonato.
Al inicio de la campaña todo estaba planeado para que las señas de identidad del cuadro vasco fueran trabajo, intensidad y consistencia. Y la llegada de las dos futbolistas sudafricanas a Unbe ha ayudado a convertir los tres conceptos en una realidad. El bloque de Dorronsoro es homogéneo, y en este caso las individualidades le aportan ese plus de competitividad que le ha permitido jugarle de tú a tú a los grandes de la competición. Puede perder, pero bajo ningún concepto bajará los brazos antes del minuto 90.
Noko Matlou y Thembi Kgatlana están aportando algo más que su granito de arena a un proyecto humilde pero muy bien planificado. A 11.500 km de casa están siendo testigos del crecimiento de la Primera Iberdrola y a cambio nos están obsequiando con un nivel de juego espectacular. Por desgracia Unbe no luce como nos gustaría, ya que esta maldita pandemia nos ha robado la presencia de público en nuestros estadios. Pero si el Eibar femenino pudiera disfrutar del aliento de su afición muy probablemente escucharíamos alguna que otra vuvuzela de fondo, un sonido que sirviera para alentar a sus dos nuevas perlas sudafricanas y que a más de uno nos teletransportaría automáticamente a aquel antológico verano de 2010. Matlou y Kgatlana se han amoldado a la perfección a su nuevo equipo. Las vuvuzelas retumban en Unbe a pesar de que no podamos escucharlas.
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