Colocó su nombre y
apellidos en el escaparate del fútbol español el día que su Éibar ascendió a
Primera División por primera vez en la historia. Era una deuda pendiente:
Gaizka Garitano tocó el cielo con los dedos cinco años antes como jugador y
capitán del equipo armero. Se le escapó el mayor éxito que pudo haber tenido en
su modesta carrera como futbolista, que transcurrió íntegra en el norte de la
península, entre Segunda y Segunda B.
Fue desde la categoría
de bronce donde comenzó su andadura en los banquillos, primero en el filial,
luego como asistente y por fin como entrenador del primer equipo. En dos años
había logrado dos ascensos consecutivos que situaban a los armeros en la élite
tras casi 70 años de historia. Acabó un 2014 de ensueño, con su equipo en
octava posición tras una primera vuelta espectacular.
Pero si ganarse el caché
es complicado, perderlo es facilísimo. Aquel Éibar solo sumó ocho puntos en la
segunda vuelta y terminó la temporada entre los tres últimos de la tabla.
Garitano fue despedido antes de que se decidiera en los despachos el descenso
administrativo del Elche y, por ende, la salvación del conjunto azulgrana.
«Me hubiese gustado salir de otra manera. No hubiera costado juntarte con
el entrenador que ha estado tantos años, darle un abrazo, tomar una cerveza y
salir. Me hizo mucho daño», dijo años después sobre su polémica marcha,
culpando al expresidente, Álex Aranzabal, de las formas.
Su gran trabajo en años
anteriores le dieron crédito para recibir ofertas importantes, aunque las dos
que aceptó no resultaron fructíferas. Fichó por el Valladolid en el verano de
2015 con el objetivo de ascender a Primera, pero nueve jornadas después era
destituido porque los pucelanos se situaban en puestos de descenso. “Estoy
jodido porque tenía mucha fuerza todavía para seguir adelante. Llevábamos pocas
jornadas y tenía feeling con los futbolistas”.
Un año después, Garitano
recibía una de las mayores propuestas de su carrera: Entrenar al Deportivo de
la Coruña. Era un reto mayúsculo, pues se encontró con una plantilla limitada y
un vestuario agitado tras la marcha de Víctor Sánchez del Amo. Era una patata
caliente. Gaizka ganó el casting del club gallego, por delante de Rubén Baraja
y Luis César Sampedro, gracias a sus dos ascensos y por contar con más
experiencia en Primera que sus competidores. En Riazor se consideró una pequeña
‘mancha’ la experiencia en Valladolid, apenas de tres meses, alegando falta de
paciencia en el club pucelano.
Pero en el Dépor no tuvo
mejor suerte. Cuatro derrotas consecutivas, la última por 4-0 ante el Leganés,
le sentenciaron pese a que el equipo todavía navegaba dos puntos por encima de
la zona de descenso. Su segunda experiencia en Primera tampoco fue fructífera,
así que su siguiente paso fue hacia atrás: Fichó por el filial del Athletic.
A veces, sin embargo, un
paso atrás puede significar varios adelante en el futuro. En su primer año, el
Bilbao Athletic disputó el play-off de ascenso a Segunda. El decepcionante
curso de Ziganda podía abrirle las puertas al primer equipo en cualquier
momento, pero Urrutia le confió el puesto a Berizzo, un discípulo de Marcelo
Bielsa que tenía como ambición devolver al club la personalidad de la que
disfrutaba con el ‘Loco’. La apuesta le salió rana, y el Athletic se encontró
en una de las situaciones más difíciles de su historia.
En ese contexto fichó
Gaizka Garitano como entrenador del Athletic, el club en el que se formó como
jugador y en el que llegó a debutar un 16 de septiembre de 1997 ante la
Sampdoria en Copa de la UEFA. Nacido en Derio, Vizcaya, a solo cinco kilómetros
de Lezama, cantera en la que se crió y a la que ha dado forma en los dos
últimos años, el preparador vasco se puso manos a la obra para reactivar a un
equipo a la deriva. Cuando Gaizka llegó, el Athletic era decimoctavo tras caer
por 3-0 ante el Levante. En siete jornadas no ha perdido un solo partido, ha
sumado 15 puntos de 21 posibles y ya está más cerca de Europa que del descenso.
La plantilla ha lavado
su cara. Berizzo proponía el juego de toque y posesión, pero Garitano entendió
que con los futbolistas que disponía debía ser intenso en la presión, seguro
atrás y eléctrico al contragolpe, además de mortal a balón parado. Incluso sin Aduriz
y Raúl García, dos pesos pesados (ambos lesionados), Garitano ha sabido
revolucionar el ataque. Sin ir más lejos, ante el Betis jugó con Iñaki Williams
(el jugador más beneficiado con su llegada) de ‘9’ y atormentó a la zaga
verdiblanca. También Muniain, más cerca del área, ha dado un paso adelante y se
está convirtiendo en una solución para partidos atascados. La llegada de Ibai
Gómez en este mercado tampoco le ha venido mal a un grupo necesitado de
jugadores que luchen por el escudo.
Se dieron todos los
ingredientes para que San Mamés volviera a rugir como en sus mejores galas.
Hacía tiempo que no había tanta comunión entre equipo e hinchada. No hay duda
de que estos futbolistas están más cómodos en la aceleración que en la pausa. Y
la afición, también. El Athletic siempre tuvo ADN ‘Premier League’, y Garitano
se lo ha devuelto. Su tercera experiencia en Primera va camino de ser la mejor
y más importante de su carrera. Pazientzia.
Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).
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