Quién no ha escuchado alguna vez aquella frase de la película Forrest Gump en la que el protagonista
recordaba cómo su “mamá” le decía que “la vida es como una caja de bombones”.
En los tiempos que corren, sin embargo, resulta ciertamente difícil utilizar
una definición tan ‘dulce’ e idílica para definir el mundo que nos rodea. Desde
un punto de vista deportivo, la vida es como un ring de boxeo en el que,
inevitablemente, uno siempre recibe golpes. A veces contra las cuerdas, otras
arrinconados y, en infinidad de momentos, sin aliento para continuar.
No obstante, en el deporte, como en la vida, siempre ha habido y
habrá luchadores natos que, valiéndose de su dedicación constante, su esfuerzo
y sus ganas de ser cada vez mejores, se sobreponen a los golpes y acaban
haciéndose dueños del cuadrilátero. No necesitan alardear ante los flashes ni
presumir de fama o éxito, lo único que buscan es trabajar a diario para mostrar
su potencial y dar lo mejor de sí mismos en cada partido. Su filosofía, como buenos
púgiles, se define con una única palabra: luchar. Luchar sin cesar, hasta la
extenuación. Si hablamos de fútbol, muchos son los casos de jugadores que
cumplen estos requisitos, de eso no hay duda. Sin embargo, ninguno como Olga
García. Ella es fuerza, garra y, sobre todo, lucha.
Resulta admirable la manera en que salta al campo. Ya sea a falta
de 3 minutos para el final del encuentro o con todo un partido por delante, su
entrega es siempre la misma: máxima. Sus ojos no pierden de vista el balón, su
olfato goleador se activa y su cuerpo emana fútbol, ilusión y ganas por
demostrar su valía. Admirable es también su capacidad para luchar cada balón y
dejarse el alma en cada lance del juego. En cambio, ninguna de estas cualidades
haría de Olga una jugadora tan especial si no habláramos de la felicidad que
irradia cuando pone un pie en el terreno de juego. Su sonrisa lo dice todo.
Pocos jugadores expresan de una manera tan clara su pasión por el fútbol. Ella
disfruta y se nota. Y eso es lo más bonito que una luchadora nata como ella
puede compartir con nosotros, simples espectadores de su disfrute.
Una sonrisa y una ilusión que le acompañan incluso en situaciones
como la que vive actualmente en el F.C Barcelona, donde no disfruta de los
minutos que desearía. A pesar de ello, sus ganas por seguir vistiendo la
elástica azulgrana – termina contrato con el club culé este mes de junio – no
se debilitan sino que crecen y avivan sus deseos de ofrecer su mejor versión en
cada segundo del que dispone sobre el terreno de juego. Las ofertas del
extranjero llegan. No es de extrañar dado su potencial. En cambio, la catalana
desea seguir su idilio con el Barcelona.
Su corazón es azulgrana. De eso no hay duda. Sin embargo, en él
también tiene cabida la selección española. Su carácter competitivo, sus
valores de lucha y trabajo y la calidad de su juego le han permitido
convertirse en una apuesta segura para Jorge Vilda, quien sabe apreciar el
potencial de la de Dosrius (Barcelona). Titular en los últimos encuentros oficiales
disputados por la Absoluta, Olga García sabe de la importancia de hacer un buen
papel junto a sus compatriotas y, como es habitual en ella, aprovecha hasta el
último segundo de juego para demostrar de lo que es capaz.
Olga García es la figura ideal de la deportista luchadora, de
aquella que no se rinde, de aquella que pelea hasta el último segundo, que cae
y se levanta. Una futbolista que disfruta cuando juega, que transmite ilusión y
confianza y que, sobre todo, hace disfrutar al resto con su sola presencia. Eso
es lo que hace de ella una jugadora especial. No hablamos de fama ni contratos
desorbitados, hablamos de personas. Personas como Olga García que valen
millones por el siempre hecho de hacernos partícipes de una pasión: disfrutar
jugando al fútbol.
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