El futuro ya está aquí. Y asusta. Asusta pensar en cómo la
tecnología absorbe nuestro tiempo y se convierte en parte esencial de nuestro
día a día. El rápido avance y desarrollo de nuevos y cada vez más sofisticados
móviles, tablets, ordenadores o cualquier aparato electrónico está superando
con creces nuestras expectativas. En el tenis, sin duda, está ocurriendo lo
mismo. Las nuevas generaciones vienen pisando fuerte y asustan incluso a los
más veteranos y experimentados jugadores. Tenistas que no tienen nada que
perder y que se dejan el alma en la pista. Tenistas como Naomi Osaka, quien se
ha convertido en la revelación de 2018. Jóvenes promesas que nos recuerdan que
el futuro ya está aquí.
Sin temor a equivocarnos podemos decir que ‘ellos son el futuro’.
Sus nombres empiezan a emerger de entre las sombras del anonimato. Sus
actuaciones sobre una pista de tenis comienzan a llamar la atención de los
entendidos de este deporte (y, por qué no, de los que no lo son tanto). Sus
victorias empiezan a hacerse eco en los medios. Sus puntos en el ranking
empiezan a contar y su figura, sin lugar a equívoco, comienza a destacar entre
las del resto. Sin embargo, no es tanto el llegar como el mantenerse. Efímeras
actuaciones y puntuales victorias no hacen de un tenista una verdadera leyenda,
su capacidad para prolongar su estancia en lo más alto, en cambio, sí.
En esa lucha se encuentra Naomi Osaka, la auténtica revelación de
este 2018. La japonesa empieza a despegar y su nombre comienza a copar titulares
y portadas. Y es que la nipona ya dejó muestras de su increíble potencial y sus
dotes para triunfar a lo largo de las dos campañas anteriores, sin embargo, 2018
ha supuesto su consolidación. Hacer final en Tokio (2016), tras derrotar a grandes
raquetas como Dominika Cibulkova o Elina Svitolina, le permitió coger confianza.
Un año después, las victorias facturadas ante rivales como Angelique Kerber o
Venus Williams en 2017 le dieron alas para seguir soñando. Y, finalmente, con
la moral por las nubes y sabiendo que su juego podía dar aún más de si, Osaka
apostó fuerte y ganó.
20 años, 1,80m de estatura, juego agresivo desde la línea de fondo
y las ideas claras, muy claras. Se planteó metas muy altas para este 2018,
inalcanzables desde el punto de vista de muchos incrédulos, y, en tres meses,
parece haberlas superado con creces. Sus números así lo demuestran. Se alzó
campeona en el prestigioso Indian Wells – el primer título WTA de su carrera –
tras ejecutar una semana de tenis de máximo nivel. Derrotó a Maria Sharapova,
Agnieszka Radwanska, Karolina Pliskova y a la entonces número uno del mundo
Simona Halep. Una hazaña digna de una joven prodigio del tenis que le catapultó
hasta el puesto número 22 del ranking WTA.
No es de extrañar, por tanto, que una figura como la de Martina
Navratilova reconozca que Osaka le recuerda a Serena Williams en sus inicios.
Interesante comentario que enlaza con el hecho de que Serena fuera (y sea) el
ídolo de juventud (la que aún no ha perdido) de la nipona. Interesante también
el comentario de la japonesa tras ganar Indian Wells admitiendo sus ansias de
jugar, y vencer, a Serena. ¿Qué ocurrió una semana después? Que Osaka derrotó a
la campeona de 23 Grand Slam en la primera ronda del torneo de Miami. Cosas del
destino… Lo que no queda a merced del destino son las ganas de esta joven
jugadora de demostrar su valía, su juego y sus ganas de coronar la cima del
tenis femenino profesional. Metas para nada imposibles para un talento natural
como el de la nipona. Sueños de una tenista en alza que nos hacen pensar que el
futuro del tenis ya está aquí y que tiene nombre propio: Naomi Osaka.
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