Nuestra historia está repleta de ganadores y perdedores. Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha otorgado un severo respeto al que se proclama vencedor, al que es capaz de alzarse por encima del resto, ha ocurrido en todos los sentidos de la vida. En esta tesitura del reconocimiento hemos olvidado el camino, el cómo, los medios utilizados, y la moralidad de los mismos. En esta vorágine de campeones hemos desterrado aquello que nos remueve el alma; los sentimientos, las emociones.
En lo que nos ocupa; el fútbol – deporte rey por antonomasia – nunca ha estado exento el enaltecimiento del ganador. Dentro de las normas establecidas por el reglamento del juego es de licitud supina buscar las mejores opciones para lograr la victoria – convertir un gol más que el rival – Esta máxima, objetivo principal de este deporte, se ha convertido en un foco de prostitución. Una prostitución que ya alcanza incluso hasta al sótano de nuestro fútbol, ese sector al que la pureza de su ilusión debe proteger hasta la extenuación; la formación.
En el ganar se nos ha escapado todo. Se nos han desvanecido valores, ética, respeto, empatía, emoción, y sentimiento.
En el ganar se nos ha escapado todo. Se nos han desvanecido valores, ética, respeto, empatía, emoción, y sentimiento. El fútbol es cada vez menos constructivo, cada vez menos respetable, y cada vez menos humano. Y me niego. Me niego con la mayor rotundidad a observar como el deporte que me ha empujado durante toda mi vida a crecer como persona se convierta en un mero enaltecedor de ganadores. No lo aceptaré.
(Getty)
Ayer durante el partido Sevilla – Liverpool de Champions League, volví a sentir la emoción que perdura en este deporte, aquella a la que llevo persiguiendo desde que el fútbol ha completado mi vida de sentimientos inenarrables. Se juntó Klopp, que ha sido estandarte de mi concepción futbolística, con un Sánchez Pizjuán que nos continua enseñando que no olvida aquello de emanar sentimientos. Se juntó un equipo del que dicen que nunca se rinde con otro, al que Klopp ha convertido en uno de esos que entienden el fútbol como una sucesión de emociones por encima del resultado.
El resultado es capaz de hacer olvidar el contexto, e incluso se permite el lujo de obviar el lugar, los antecedentes, y las realidades.
Anterior a este desenlace y durante el transcurso del mismo, continuó intentándose imponer esa oscura brisa del resultado, esa opaca cortina que nos ciega la vista y nos arranca el corazón. Esa brisa que incluso es capaz de hacer olvidar el contexto, que se permite el lujo de obviar el lugar, los antecedentes, y las realidades. Al parecer para una gran muchedumbre el Sevilla FC en el minuto 30’ era un absoluto desastre, y su entrenador Eduardo Berizzo no servía para nada: “las cosas no pueden seguir así”, “esto es un despropósito”, “vergüenza absoluta”, “Berizzo no es entrenador para este equipo”, fueron algunas de las perlas que pude leer en el entretiempo.
Nadie pareció ser capaz de lograr de asimilar por un momento que el contexto era la Champions League, que el rival era el Liverpool FC, y que la realidad del encuentro no se ajustaba a lo que dictaba el marcador. El resultado – ese maldito que nos ha prostituido – borró cualquier atisbo de realidad y tergiversó enormemente el contexto.
(Getty)
Lo cierto es que el fútbol se niega a ser derrotado, e igual de cierto es que hay quienes luchan por ello y respetan con fiereza su moralidad y su esencia. El desenlace nos volvió a demostrar que los sentimientos, por más hondo que sea el intento de enterrarlos, siempre encuentran la salida y se cuelan por cualquier rendija. A Klopp los sentimientos se le caen de los bolsillos, y Berizzo los puso encima de la mesa del vestuario durante el descanso para que sus futbolistas los buscaran en su interior, y los emanaran por todo el terreno de juego durante el segundo tiempo.
El fútbol no es de los futbolistas, ni mucho menos del dinero; el fútbol es de las emociones.
Anoche el fútbol nos recordó por enésima vez que es tan fuerte como su esencia, y que por más que intenten prostituirlo, el secreto reside en sus emociones. Por ello me identificaré con todo aquel que vaya en su búsqueda, me subiré al tren de todo aquel que conciba este deporte como un generador absoluto de emociones, e intentaré empapar a los que me rodeen con ello. El fútbol no es de los futbolistas, ni mucho menos del dinero; el fútbol es de las emociones.
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