Querida Copa de Europa,
Por tu nombre, tal y como te conocimos un día como hoy hace 70 años. Desde entonces, año tras año, nos has robado el corazón para jugar con él. A pesar de nuestras contradicciones, de tus metamorfosis. Seguimos puntuales a la cita a las 20:45 horas, aunque el himno suene quince minutos más tarde. Tienes un poder absoluto para volver a seducirnos bajo un disfraz de entretenimiento que siempre luces tan bien. Nos revolucionas, nos haces sentir ese nudo en el estómago. Tienes ese no sé qué.
Tus escenarios son imprevisibles. Nadie puede dar por hecho que va a ser un día soleado; quizá surge repentinamente una tormenta que no aparecía en ninguna previsión. Probablemente esa incertidumbre tuya es la que despierta nuestra adrenalina. Porque, aunque los años nos hayan enseñado que hay historias que pueden repetirse hasta la saciedad, conjuros de magia negra y jerarquías que acaben con los sueños más románticos, contigo puede pasar de todo. Tú has vivido milagros; como el de Estambul, como la remontada imposible de tres minutos en el Camp Nou, entre otros.
Ponemos los ojos en lo nuestro, el ombligo manda. Pero también lo hacemos con el resto que llega a ti. Nos aferramos rápidamente a esas historias protagonizadas por aquellos que nos negamos que sean excluidos de un fútbol al que pertenecen.
Favoritos y cenicientas. Choques de estilos; el arte de defender, el talento ofensivo. Una lesión, una tarjeta que todo lo cambia, un pase que no estaba escrito en ninguna parte, una tanda de penaltis agónica, un héroe inesperado, un gol en el 90. Un combo que nos atrapa a pesar del riesgo de vivir tu lado más oscuro. Porque la gloria se la quedan solo unos pocos. También dueles, nos destrozas una noche hasta que al día siguiente nos damos cuenta de que todo sigue con normalidad, y que ese dolor tan propio solo forma parte de «la cosa más importante entre las cosas menos importantes».
Eres mucho más de lo que sucede en el rectángulo, porque nuestra vida es justo lo que está sucediendo fuera de él. Olvidarnos de todo cuando estamos pasando un mal rato con algo tan disparatado como tú, la oportunidad de no fallar al vínculo que nos une con aquellos a los que seguimos atados por un hilo invisible. La tradición, los rituales, las costumbres familiares. Eres más que ese marcador que nos deja helados o nos dispara el pulso. Dos cervezas de más, las risas de los de siempre, el beso que tanto estuvimos esperando, el abrazo que nunca volvió y se quedó allí para no olvidarlo. Todo eso, también eres tú. Bendito fútbol, bendita Champions.
