18 meses sin
levantar un trofeo, fuera del top10 por primera vez desde 2013 y sin su efecto
desestabilizador en los Grand Slams. Stan Wawrinka ha perdido chispa. Ha pasado
diversos problemas físicos, pero ahora, con casi 33 años, el tenista suizo no
encuentra reinvención. La derrota de esta semana, ante un desconocido como el
holandés Griekspoor, hace saltar aún más las alarmas de un jugador que ya no
tiene al ‘hombre-milagro’ Magnus Norman en su equipo.
Cierto es
que el palmarés de Wawrinka no es muy extenso. Entendámonos: tiene tres Grand
Slams y sólo el cetro de Wimbledon le separa de la absoluta gloria de lograr
los cuatro majors, pero su total de
títulos ATP no supera la cifra de 16. Son menos que los logrados por Ferrer,
Del Potro o Cilic, y con cifras similares a las de Tsonga o Gasquet, tenistas
con mucho menor historial ganador en las grandes citas. Sin embargo, no deja de
ser llamativo que la nómina de trofeos de Wawrinka sigue anclada desde el 11 de
septiembre de 2016, cuando levantó el US Open en una memorable noche ante Novak
Djokovic.
Desde
entonces, los problemas no han cesado en el suizo. Su arranque de 2017 fue
prometedor -aunque carente de títulos-, con las semifinales en el Abierto de
Australia y la final tanto en Indian Wells como en Roland Garros. En estas
citas siempre fue frenado por Federer y Nadal, los grandes dominadores del
pasado curso tenístico. Pero desde su derrota con el balear en París, allá por
el mes de junio, el suizo no ha vuelto a ser el mismo. La lesión en Wimbledon,
que provocó su rápida salida del torneo inglés al ceder ante Medvedev, hizo que
Wawrinka no volviera a jugar más en 2017. Necesitaba recuperarse de la rodilla.
Además, tomó como ejemplo los regresos de Roger y Rafa. Quería sorprender a
todos en 2018 como hicieron estos dos.
Pero no hubo
ningún efecto Wawrinka. El de
Lausana, habituado a dar grandes sorpresas, desilusionó en Melbourne. Se le vio
sufrir y pasarlo mal. La rodilla no le respondía y eso le hizo despedirse del
torneo que le hizo creer en sí mismo -cuando lo ganó en 2014- en segunda ronda.
Las tres semanas de descanso hasta su próxima aparición tampoco generaron nada:
derrota con Mirza Basic, número 129 del mundo, en las semifinales de Sofía.
Tres días más tarde, eliminado por Griekspoor, un holandés que no está ni entre
los 250 mejores del planeta.
No sólo se
trata de un tema de resultados. Wawrinka ya no es el mismo. No transmite la
furia de sus grandes días. No realiza ese gesto que hizo universal, llevándose
el dedo a la cabeza, en alusión a su gran fortaleza mental. No da miedo. Y sus
rivales lo saben. Tanto los outsiders,
que siempre vieron en Wawrinka un tenista vulnerable en las primeras rondas,
como los grandes, que temen menos al
suizo en rondas finales.
Y ahora,
¿qué? Incertidumbre. En principio, está inscrito para el torneo de Marsella, la
próxima semana. Pero no queda mucho para el doblete Indian Wells-Miami, donde
Stan Wawrinka defiende una gran cantidad de puntos que pone en juego su
presencia en el top-20 del ránking ATP. Pero quizás el descanso realizado estos
meses es necesario y Wawrinka requiere más tiempo sin jugar al máximo nivel.
Sólo él lo sabe. Lo único que está claro, en la situación de incertidumbre que
vive el suizo, es que si chispa se apaga. Y para volver a
ser grande necesita volver a encenderla.
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