Imagina ser defensor y tener que ocuparte de Karim Benzema. Me pongo en la piel de ese central, que le ve venir desde su vestuario con esa altivez que solo puede estar relacionada con su extrema calidad, y me río de mí mismo, que me asusta escribir sobre futbolistas que pasean por el olimpo del balompié mundial. Creo, definitivamente, que no es lo mismo hacer un artículo en una web que pelear ante el galo delante de millones de personas mientras se mueve por todo el campo, crea, asiste y te hace goles en tu cara. Recordando a Alfredo Landa me diría a mí mismo: “Oye, que viene Karim”.
El francés, cabe recordar, hasta hace no mucho formaba parte de esa estirpe que siempre estaba bajo sospecha. Se le acusaba de ser muy bueno un ratito. De ser como el Guadiana. Sin embargo, con el poso de los años empezó a echarse el equipo a la espalda. No solo era el fiel escudero de Cristiano Ronaldo: también hacía goles sin parar. Gonzalo Higuaín, su eterno rival en la pugna por ser titular en la delantera, acabó haciendo las maletas para que se acabaran los debates entre perros y gatos. Qué chorradas nos llegamos a inventar para vender periódicos y crear debates.
Y desde aquellos primeros pasos del francés en el Bernabéu se creó aquella religión ‘benzemeniana’ de la que solo podían formar parte los creyentes que nunca dudaron. Si a alguno se le ocurrió en alguna ocasión decir que Karim necesitaba ser más protagonista en los grandes choques te echaban del credo de los benzemistas. Eras un traidor abyecto que merecía el ostracismo para toda la vida. Con el paso del tiempo, especialmente desde la marcha de Cristiano Ronaldo, es imposible no disfrutar de todo lo que hace en el verde. Ya nadie, “ni los que no tienen ni idea de fútbol”, pueden dudar de su calidad.
Seguramente, cada vez que Benzema haga alguna de las suyas te llevarán desde la cuenta principal de Twitter a este artículo. La realidad es que nunca puedes esperar qué es lo siguiente que va a hacer. Quizás mañana te hace una chilena, al día siguiente un caño y al otro te marca un gol de pillo en el último instante de un encuentro para sumar tres puntos. Mezcla belleza y tajo funcionarial con una virtud que conmueve. El francés asusta al defensor antes del inicio del choque y al periodista ante la hoja en blanco. Cuando le ves venir ya sabes lo que toca.
Imagen de cabecera: Sphera Sports