La selección española sub-19 se despidió del sueño europeo en Bucarest tras una final marcada por la fatalidad y la polémica. Países Bajos levantó su primer título continental gracias a un solitario autogol de Raúl Jiménez, el meta español, en un duelo que España mereció llevar mucho más lejos.
Un desenlace cruel para una generación valiente
El fútbol, a veces, se decide en los detalles más amargos. España, vigente campeona y dominadora histórica de la categoría, vio cómo la gloria se le escapaba en el minuto 62, cuando un centro lateral de Read acabó en la red tras un infortunado desvío de Jiménez. El guardameta, héroe en tantas fases del torneo y protagonista de varias paradas decisivas durante la final, pasó del éxtasis al drama en una acción que resume la delgada línea que separa el éxito del lamento.
La final fue un pulso de poder a poder, con una primera parte de dominio alterno y una segunda mitad en la que España rozó el empate hasta la extenuación. Los de Gallardo estrellaron dos balones en la madera y reclamaron un penalti sobre Virgili en el tiempo añadido, una acción que el árbitro irlandés Rob Hennessy decidió no sancionar y que desató la indignación de la expedición española.
La imagen final fue la de los jugadores españoles, muchos repitiendo presencia tras el título de 2024, llorando sobre el césped mientras la Oranje celebraba su primera corona. Pero más allá del resultado, España se marcha de Rumanía con la cabeza alta: fue mejor en varios tramos, compitió hasta el último segundo y demostró que la cantera sigue produciendo talento y carácter.
Este subcampeonato, aunque doloroso, confirma la vigencia de la escuela española y deja nombres propios para el futuro. El fútbol, a veces, es cruel. Pero también sabe reconocer el esfuerzo de quienes, como esta selección sub-19, caen de pie y con la dignidad intacta. El futuro, seguro, les tiene reservada una nueva oportunidad.