Anoeta fue testigo de un duelo que, sobre el papel, prometía emociones y, sobre el césped, se quedó en un combate nulo. Real Sociedad y Athletic Club firmaron un empate sin goles que supo a poco para ambos, pero que, en el fondo, tampoco sorprendió a nadie. Fue un derbi de esos que se recuerdan más por lo que no pasó que por lo que sucedió.
La Real, con la necesidad de sumar para no perder el tren europeo, llevó la iniciativa y monopolizó la posesión (59%), pero se estrelló una y otra vez contra el muro rojiblanco. Imanol Alguacil, en su último derbi en Anoeta como técnico txuri-urdin, apostó por su once más fiable, pero ni la electricidad de Take Kubo ni los destellos de Oyarzabal bastaron para romper la monotonía. El Athletic, por su parte, llegó a Donostia con la mente puesta en Old Trafford y rotó a medio equipo, pero ni así se descompuso atrás.
Un empate que deja frío a todos
El primer tiempo fue un ejercicio de contención y errores no forzados, sin un solo disparo a puerta. El segundo, algo más animado, dejó la ocasión más clara en un cabezazo de Brais Méndez que Unai Simón salvó con reflejos de portero grande. El resto, fue una sucesión de intentos frustrados, centros sin rematador y pases filtrados que nunca encontraron destinatario. Ni siquiera los cambios agitaron el tablero; ni Sucic ni Barrenetxea ni Becker lograron alterar el guion.
Para la Real, el empate sabe a poco: siguen fuera de Europa, a un punto del Rayo, y con la sensación de que se les escapan las oportunidades. Para el Athletic, el punto es un mal menor: siguen cuartos, con el Betis y el Villarreal apretando, y la mente puesta en la semifinal europea. El derbi, en definitiva, fue un pacto de no agresión, una tregua sin gloria ni épica, en la que las defensas se impusieron a unos ataques que, anoche, olvidaron el camino del gol.
