Daniel PRAT – “Esa que tienes ahí es una gran sonrisa", le dijo Nelson Mandela a Masai Ujiri en 2006, en medio de un evento del programa de la NBA en África, del que el nigeriano Ujiri, un ex jugador de medio pelo, es uno de los padres fundadores. Realmente, la sonrisa del ex basketero es contagiosa y casi perenne.
Hay fotos que certifican que le han acompañado desde pequeño, cuando vivía al norte de Nigeria hasta estos días, en los que ocupa uno de los cargos más altos a los que puede aspirar alguien que trabaje en el baloncesto como es el de gerente general de Toronto, uno de los 30 equipos que conforman la NBA.
UNA HISTORIA FANTÁSTICA
Nació y creció en Zaria -el mismo pueblo de Shola Ameobi-, al norte de Nigeria. Una zona con suerte, al menos en comparación con el este del país, que sufrió los efectos de la guerra civil que terminó en 1970, el año en el que nació Ujiri. En los múltiples relatos sobre su infancia no hay huellas de la guerra. Solo de las dificultades de un país, como en la mayoría de los africanos, en los que el techo suele estar más abajo.
De niño veía partidos de la NBA en VHS. También leía revistas. Su ídolo era Hakeen Olajuwon, nigeriano como él pero del sur, de la capital Lagos. Intentó seguir sus pasos y se fue a estudiar a Estados Unidos donde se terminó de formar como jugador.
Años más tarde sería amigo de Olajuwon y también de Dikembe Mutombo, dos de los mejores jugadores defensivos de la liga en los años que estuvieron activos. Ambos africanos como él. Fue junto al congoleño Mutombo que conoció a Mandela esa tarde de 2006 en un acto en Johannesburgo. “Él me dio esperanza, él me inspiró”, afirmó. Un par de años antes, Orlando Magic le había ofrecido ser su parte de su equipo de buscadores de talento. Sin embargo, había una condición: no iba a recibir salario por ese trabajo. “Algo de dinero me dieron pero lo hacía porque quería ser parte de un equipo de la NBA”, afirmó.
LA LLEGADA A LA NBA
Ujiri, que como jugador estuvo en Bélgica, Alemania, Inglaterra, Dinamarca y Finlandia, gastó sus ahorros entre torneo y torneo buscando jugadores. Su trabajo agradó tanto que los Nuggets le ofrecieron un puesto y un salario. Una vez adentro del barco comenzó a escalar a una velocidad impresionante. Luego fue director global de scouts de Toronto, asistente de la gerencia general, vicepresidente de baloncesto de los Nuggets hasta llegar a ser el primer gerente general africano del circuito al asumir el puesto en Denver. La escalera no pararía ahí. A los siete meses de haber tomado el cargo, le tocó asumir la reestructuración del equipo, saliendo de la estrella Carmelo Anthony y de otros cuatro jugadores.
Ujiri es el quinto en la fila de arriba (I-D) | Demosalagos.blogspot.com
Reordenó las piezas y mantuvo al equipo como el segundo mejor de su conferencia, asegurando un puesto en los playoff en cada campaña en la que estuvo al mando. El haber sostenido el rendimiento deportivo con jugadores más económicos le valieron para ser nombrado el directivo del año en una votación hecha por sus colegas dentro de la liga. Este año desembarcó en Toronto y a las pocas semanas ya había iniciado una nueva revolución. Primero envío a Andrea Bragnani, primera selección del Draft, a los Knicks. Luego despachó a la estrella Rudy Gay y a otros dos basqueteros, con dirección a Sacramento. A cambio eligió a hombres de menores exigencias económicas, intentando armar un grupo más parejo. Los resultados aún están por verse pero su sonrisa sigue inquebrantable.
Su familia dejó el norte de Nigeria, ahora vive al sur, en la capital Lagos. Mientras tanto, él sigue escribiendo párrafos de su historia de hadas. “Sé que represento a mi país y a todo mi continente”, admitió. Con su ejemplo, Ujiri ha demostrado que África es más que la fuerza de Mutombo y Olajuwon. En la cuna del capitalismo, un africano es el que mejor ha sabido negociar.
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