Ninguno llegaba en su mejor momento. En una temporada irregular, de subibaja continuo, Atlético de Madrid y Manchester United se citaban quizás en la eliminatoria más igualada de octavos de final. En lo imprevisible de cada equipo estaba la paridad del duelo. Capaces de lo mejor y de lo peor, este curso han sido incontables las ocasiones en las que victorias puntuales atisbaban puntos de inflexión que se terminaron por no dar en cualquiera de los dos bandos. En estas, Simeone, cuestionado por ciertos sectores, tiró de libreto de los inventos y colocó a Lodi más adelantado que nunca, ayudando al recién incorporado Reinildo a cerrar su banda en defensa. Ragnick igualó la apuesta y puso a Lindelof jugando como lateral. Para bien, o para mal, el partido se iba a jugar por ahí.
Siete minutos tardó el brasileño en desbaratar al sueco y, con un centro tensísimo, encontrar la cabeza de un João Félix que remató en plancha según le vino y metió el balón en la portería de un De Gea que apenas se pudo mover en toda la noche. Nada pudo hacer en esa, como tampoco tuvo opción alguna en las otras dos ocasiones claras del Atlético, que se acabaron estrellando en la madera. Con el gol a favor y el público encendido, el Atlético encontró las fisuras de un Manchester United que se tambaleó. Sin McTominnay en el verde, al inglés le faltaba músculo y salida de balón y el equipo de Simeone aprovechó para ahogar y robar lo más arriba posible. Las dudas y las sospechas se convirtieron en certezas, porque al gran papel del hasta entonces dubitativo e irregular Lodi se sumó una exhibición de despliegue físico y anticipación de Kondogbia (que también se adornó con algún detalle de calidad) y el manejo de balón y movimiento del equipo de Herrera. Los tres más cuestionados hicieron un partido sublime, personalizando y destacando la primera hora de juego.
Tener en frente a Pogba quizás le trajo recuerdos a Kondogbia. De cuando compartían medular en Francia Sub20 y no se sabía muy bien cuál de los dos iba a tener el techo más alto. El ahora futbolista de República Centro Africana cuajó su mejor partido como rojiblanco, como también lo hizo Lodi, y como posiblemente João Félix. El luso fue a recibir en corto, generó, asistió, fue generoso en la entrega, provocó incontables faltas y puso en ventaja al Atlético durante más de una hora. Con noches así será imposible sacarle del once. Junto a él, Correa siguió el plan establecido, esta vez en una tarea más fea y menos vistosa. Se peleó toda la noche ante Varane y Maguire, dos centrales que le sacan 20 centímetros de altura y 20 kilos, y les sacó los colores en más de una, para permitir desahogar tanto a su pareja de ataque como a las internadas de Llorente.
El Atlético vivió cómodo, pero se fue con poco botín. Quizás debió probar más a De Gea, que ha dado muestras en los últimos años de verse sobrepasado por la presión, esa que anoche le trató de poner el estadio de su ex equipo, de donde no salió de muy buenas maneras hace ya una década. El canterano rojiblanco hizo la estatua en los tres balones que le pasaron cerca.
Y es que el Manchester apenas compareció. Tampoco Cristiano Ronaldo, de quien se lleva una semana oyendo hablar por todas partes como la pesadilla de un Atlético que también tiene mucho que decir al respecto. Porque sí, el luso ha eliminado al Atlético en cinco ocasiones en Europa y también ha sido capaz de hacerle 25 goles en los duelos directos. También es cierto que sueña con marcar (o ganar) en el Metropolitano, cosa que nunca ha hecho, y que a Oblak solo le ha podido marcar en 5 duelos de los 18 en los que se han enfrentado.
Contaba Simeone hace unas semanas, en referencia a esa Champions League que le falta en su palmarés, que a veces cuando un equipo peor está, reacciona y vienen las sorpresas. Ya lo vimos hace exactamente un año con el Chelsea. Ganar a este Manchester United no dice nada. Como tampoco lo hubiera dicho que el equipo inglés ganara al Atlético. Ambos viven en una montaña rusa constante. El detalle es el cómo. Tras un partido serio en LaLiga ante Osasuna, donde por fin dejó la portería a cero de visitante después de meses, el Atlético dejó ver en Champions al equipo que sabe competir sea cual sea el rival y sea cual sea el momento. Marcó un gol, pudo marcar tres si los dos tiros al palo hubieran entrado, y se dedicó a que no pasara más en el partido. El Manchester no existió. Oblak no tuvo que intervenir. Y esto habría sido fantástico y se habría cerrado un círculo y abierto otro si un único error en una única ocasión no hubiera tirado todo por la borda.
Reinildo se precipitó y Elanga, recién entrado al campo, se paró frente a un Oblak que, mano a mano, salió mal colocado a intentar cerrar el disparo del sueco. No fue el mejor tiro del mundo, pues entró llorando y casi por el centro, pero dejó de manifiesto que el arquero rojiblanco está dubitativo y que a Reinildo aún le faltan conceptos por comprender. Le pasó algo parecido ante el Levante. Y con casi nada hecho, el Manchester United se llevó un serio botín. Sin valor doble de los goles fuera de casa, ahora el Atlético estará exigido a ganar en el Teatro de los Sueños. Para que no vuelvan las pesadillas.
Imagen de cabecera: Getty Images
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