Fue Antonio Rebollo el que avivó el fuego de los Juegos Olímpicos de Barcelona. En Tokyo no hemos visto nada así todavía. Seguimos esperando una ceremonia de apertura para pensar que los Juegos -siempre en mayúscula- han empezado. Pero, por si alguien no se había enterado, ya han arrancado. Y de qué manera. Estados Unidos llegó a Japón esperando el oro en la modalidad del fútbol femenino colocando el cuello para recibirlo sin ponerse las botas. Y así, como bien le gusta al deporte rey, se han llevado un sopapo de dimensiones bíblicas. Una Suecia respondona le ha endosado un 3-0 que deja a las de Vlatko Andonovski con un problema mastodóntico.
Un doblete de Stina Blackstenius y otro de Lina Hurtig mostraron que las estadísticas sirven para poco cuando delante tienes un conjunto que posee vigor y corazón. Todo lo pusieron las suecas, que desde el minuto uno creyeron que esta era la noche para romper la impecable racha de estadounidenses; invictas en 44 partidos. Las escandinavas tuvieron más el cuero y dispararon en más ocasiones que sus rivales. No hay más preguntas, señoría.
Megan Rapinoe, estandarte del balompié, salió desde el banquillo para intentar arreglar el desaguisado. No pudo ser. Su selección deberá ganar los dos encuentros que tienen pendientes, ante Nueva Zelanda y Australia, para evitar un ridículo histórico. El formato de la competición es benevolente: dos de los mejores terceros también tendrán billete a cuartos de final. Sin embargo, el susto ya lo tienen. Y eso que se supone que las Olimpiadas no han empezado.
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