El Mayor Strasser ha sido asesinado. Detengan a los sospechosos habituales, afirmaba el inspector Renault en Casablanca. La expresión hizo fortuna con Bryan Singer, que la homenajeó titulando así su genial película. Ambos se referían a tipos que participan de oficio en las ruedas de reconocimiento de las comisarías. A sospechosos vocacionales, a poco que se les precise para algún delito. Trasladados al fútbol, son los jugadores que recitamos de carrerilla cuando hablamos de decepciones. Son la retahíla de nombres que enumeramos de memoria porque, desde el mismo momento de su fichaje, levantaron la sospecha de que jamás triunfarían. En el Atleti algunos de estos futbolistas, cuando llegaron, tenían un destino tan pronosticado como el de Santiago Nasar. Desprendían aroma a fracaso y decepción y el guión de sus trayectorias en el Calderón ya preveía los giros argumentales de una película porno.
Dani Carvalho podría haber participado en el casting por el papel de Benicio del Toro en Sospechosos Habituales sin problemas. El traje hortera y la camisa de enormes solapas le habrían encajado mucho mejor que la equipación de futbolista. Con habilidad y condiciones innatas para el fútbol, Dani tuvo durante toda su carrera la madurez de uno de los protagonistas de Porky´s. Atractivo y con unos ojos verdes en los que naufragaron incontables mujeres, nació con la desgracia para él, de un notable talento para jugar al futbol. Llegó en diciembre del 2000 al Atleti, en uno de los momentos más críticos de su historia, con el club descendido a segunda división y viendo como el planeado ascenso se enredaba. Y su trayectoria por Inglaterra, Holanda y Portugal sólo arrojaba dudas. A pesar de su calidad, su mayor poso en el West Ham había sido la frase de su entrenador Harry Redknapp, cuando dijo que era tan guapo que no sabía si ponerlo a jugar o tirárselo. Finalmente improvisó una tercera vía: echarlo del club tras su enésima escapada nocturna. En Holanda fue Van Gaal quien se propuso recuperarle para el Ajax, seguramente sin ponderar que Amsterdam es una de las ciudades con más ambiente de Europa. Tras muchas intermitencias se hartó de él y Dani acabó en el Benfica. Sólo tres meses tardó en ser rescindido y, posteriormente, reclutado por el Atleti. Aquí no cambió su modo de vida: seguía siendo un jugador con un gran talento malgastado por las discotecas de Madrid. Dicen las malas lenguas que incluso los after hours de la época tuvieron que ampliar horario para seguir su ritmo. Con los partidos, el portugués fue de más a menos. Y, a pesar de participar habitualmente en la temporada del ascenso, apenas disfrutó de minutos en el regreso a primera división para, finalmente, con veintisiete años, anunciar su retirada y dedicarse al mundo de la televisión.
Por el año 1993, llegó al Atlético de Madrid Serge Maguy. No hacía falta el carnet de Manager Deportivo para predecir que tendría menos futuro en el club que Torrente IV en el Festival de Sundance. Fichó a mitad de temporada 93/94, entre los escombros del proyecto anual de Jesús Gil. Ese año, además, amenizado por el coqueteo con el descenso. Y aunque llegaba de ser campeón de África con Costa de Marfil, era un total desconocido para aficionados y periodistas, y apenas tuvo una aportación residual. Todavía hoy los motivos de su fichaje siguen siendo un misterio, y los negocios que Gil mantenía con el país africano y las declaraciones que años después haría el jugador afirmando que no vio ni un céntimo de su etapa en el club, contribuyen a incrementar lo sórdido de su fichaje.
La convulsa etapa post ascenso del Atleti no tuvo nunca un proyecto claro. Deambulaban fichajes y entrenadores para mayor gloria de agentes e intermediarios. Fracasaron jugadores consolidados que generaron ilusión como Ibagaza, Luccin o Jorge Larena. Y encontraron acomodo otros, sospechosos hasta por su forma de coger el bolígrafo al firmar el contrato. En el mercado de invierno, ventana habitual de este tipo de desastres, el agente de jugadores Paco Casal se encargó de traer a Oliveira y Richard Nuñez. Ambos pasaron prácticamente inadvertidos y sólo se recuerda del paso de este último por el club aquellos dos goles en el último partido de liga ante el Getafe que clasificaban al equipo para la Intertoto y le valieron la eterna enemistad de algún componente de la plantilla, que acababa de ver como se le acortaban las vacaciones, clasificándoles para una competición que no deseaban. Meses antes Paco Casal trajo a Marcelo “Pato” Sosa, que se encargó, el mismo día de su presentación, de borrar la esperanza de cualquier aficionado, cayendo al suelo mientras daba toques a un balón. – Como no deje la pelota, aún veo que se lesiona –, recuerdo que murmuraba entre dientes aquel día el viejo empleado del club, Tino Callado. Los tres fichajes uruguayos despertaron a su llegada al Atleti la ilusión de una visita a la consulta del urólogo. Y los tres tuvieron idéntico final: la rescisión de sus contratos al final de la temporada.
Anunciar un fichaje el último día de plazo del mercado, por sorpresa, en el mismo paquete que otros dos jugadores (Adolfo Tren Valencia y Geli) es tan sospechoso como regresar a casa a las cuatro de la mañana, con el pelo revuelto y manchas de carmín en la camisa. Si además se trata de un jugador que ha fracasado en la mayor parte de sus destinos, con un fuerte carácter (Dobrovolski formó parte del grupo de jugadores que se negó a jugar el Mundial de Estados Unidos), procedente de una cultura muy diferente y que aterriza en un club efeverscente, sus posibilidades de triunfar se reducen exponencialmente. Igor Dobrovolski llegó al Atleti en el verano del 94, casi apurado el último día de fichajes. No era un desconocido de la liga española, porque había dejado buenos recuerdos en su etapa de jugador del Castellón varios años atrás, pero en el Calderón nunca se acercó ni de lejos al nivel que se le recordaba. Tan sólo una sombría temporada disfrutó en el Manzanares, seguida luego de una lánguida peregrinación por Servette, Génova y Olimpique de Marsella. Y si hoy se le recuerda en Madrid, únicamente es por los dos deportivos que destrozó durante aquella temporada.
No hay Director Deportivo, Secretario Técnico ni Presidente libre de pecado. Todos guardan algún muerto en su armario en forma de fichaje que resultó un fiasco. Los jugadores prometedores son disculpables, porque fallen o no, se les veía potencial. Lo sospechoso, siguen siendo los que llegan con aroma a fracaso y de los que, generalmente, nadie asume la responsabilidad. Porque seamos realistas, si alguna vez hubiese interrogatorios para localizar al culpable de algunos de estos fichajes, solamente obtendríamos declaraciones con varias páginas de silencios.
Goldfinger dijo que Una vez es casualidad, dos es coincidencia. Tres ya es acción del enemigo. Nada dijo cuando se repetía demasiadas veces. Lo único cierto a estas alturas es que, a la hora de encontrar al responsable de desastre, no hay porque dejarse llevar por las apariencias: Keyser Söze, puede ser quien menos lo aparenta.
Alter ego de Pablo Albert Martínez y José Felipe Alonso Simarro (29-12-78. Sí, los dos). Pasión por el Atletico de Madrid y el cine. Y es que las comedias, los dramas, las emociones y las tragedias siempre nos sedujeron.
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