«El distintivo del estilo periodístico es su claridad y su propósito utilitario», hacer un uso adecuado del idioma y ser eficaz en la comunicación de los hechos. Esta definición que recoge el Manual de Buen Periodismo del diario La Nación de Costa Rica implica evitar oraciones subordinadas o párrafos demasiado largos que inviten a perder el hilo de lo que se cuenta, huir de términos que posiblemente no comprenda el público al que nos dirigimos o al menos que se expliquen y se aclaren convenientemente, cuidar las redundancias y no hacer repeticiones innecesarias de palabras que denoten poca amplitud léxica del que escribe.
Para no repetirnos en exceso dentro de una misma información los periodistas recurrimos a sinónimos o a expresiones que, aun a costa de suponer un alargamiento de la frase, hacen al texto más atractivo y sugerente. No obstante, en ocasiones esta necesidad de hallar otras formas para decir lo mismo provoca errores de ‘paralaje’ lingüístico al emplear voces con un significado que en realidad no tienen. Los usamos como sinónimos pero no lo son.
Estas impropiedades léxicas a veces tienen su origen en los falsos amigos, es decir, en esas palabras procedentes de lenguas foráneas que guardan una apariencia similar a otras que existen en nuestro idioma pero con las que no guardan equivalencia semántica. Entre los falsos amigos más habituales del lenguaje deportivo se encuentra calificación, procedente de la voz inglesa qualification y que se utiliza, sobre todo en deportes de motor, como sinónimo de clasificación. En todo caso habrá modalidades y disciplinas en las que los jueces procedan a la calificación de la prueba, como ocurre, sin ir más lejos, en gimnasia, natación sincronizada o patinaje artístico.
En otras ocasiones los falsos sinónimos aparecen entre palabras con una grafía parecida. Así ocurre cuando se confunden en su uso figurado envite (apuesta, lance, partido) y embate (golpe o acometida) o, de forma mucho más asidua, señalizar (‘colocar una señal en el suelo’) y señalar (‘hacer una señal’ o ‘llamar la atención hacia alguien o algo, designándolo con la mano o de otro modo’). Efectivamente, los penaltis no se señalizan sino que tan solo se señalan y, como consecuencia de ello, el sustantivo adecuado no es señalización (salvo que el reglamento cambiara y obligase al árbitro a plantar un banderín en el césped cada vez que indicase la pena máxima), sino señalamiento.
Tampoco el hecho de que sean términos derivados que provienen de una misma raíz debe conducir a la confusión. Que un equipo o deportista tenga la condición de favorito en la previa de una competición no equivale a hablar de favoritismo, que, como recuerda la Fundéu, se refiere a la preferencia injusta por algo o alguien, al margen de sus méritos y, por tanto, no resulta apropiado emplearlo con el significado de ‘condición de favorito’ o ‘ventaja’.
Casi de forma impune circulan con relativa frecuencia usos impropios como el empleo del verbo adolecer (‘tener o padecer algún defecto’; por tanto, comporta algo negativo o la falta de algo positivo) como sinónimo de carecer (‘no tener’). El problema que puede encontrarse un equipo que no hace goles es que o bien carece de pegada o, expresado de otra manera, adolece de falta de pegada.
Pero también es verdad que los usos lingüísticos varían y los cambios se generalizan, hasta el punto de que hay casos en los que lo que originalmente era considerado una impropiedad léxica deja de serlo desde el momento en que las nuevas formas de decir y significar cuajan entre la población y aparecen en los diccionarios. Ya aconteció con pírrico, que amplió su sentido original de aplicarse al triunfo que ‘causa más daño para el vencedor que para el vencido’ al de ‘por poco margen’ o ‘costoso’, logrado con mucho esfuerzo; o con efectivo, que, además de significar ‘real y verdadero’, ya equivale a eficaz, una distinción que, pese a la Academia, todavía hacen algunos periodistas y escritores.
El uso de sinónimos es un excelente recurso para mejorar el estilo en un texto periodístico. Por ello ha de ir precedido de una obligada consulta al diccionario.