Cuando piensas en el Villarreal y en la Champions League la imagen que se te viene a la cabeza siempre es la misma. El cerebro tiende a recordar lo trágico por encima de lo festivo, así que el que escribe piensa en Juan Román Riquelme errando el penalti ante Jens Lehmann en lugar del cabezazo de Rodolfo Arruabarrena ante el Inter de Milán, el hito más grande del Submarino amarillo en sus casi 100 años de historia.
Aquel día un equipo de un pueblo de Castellón se colocó en el mapa europeo para siempre. Era la primera vez que jugaba la Liga de Campeones y se había metido en unas semifinales. ¡Tuvo contra las cuerdas al Arsenal de Thierry Henry! No tenía ningún tipo de sentido. En aquel momento era fácil pensar que otra oportunidad como esa no se iba a dar nunca más. Como el Deportivo Alavés y su final ante el Liverpool, el Getafe con un 3-1 a favor en la prórroga ante el Bayern, el Dépor y su ‘casi’ final en 2003, el Málaga cuando el arbitraje le privó de la gloria ante el Dortmund o el Valencia y la final perdida en la tanda de penaltis ante el ogro Oliver Kahn.
Pero los Roig no se iban a contentar con aquel hito. Apostaron, poco a poco, sin endeudarse, aún sabiendo que un mal año podía significar (y significó) el descenso a Segunda División. Antes de eso, logró un subcampeonato de Liga, jugó otros cuartos de final de Champions y varias semifinales de Copa de la UEFA/Europa League. Y después de 15 años de haberse instalado entre los mejores clubes del fútbol español, llegaba el momento de exigir algo más. Si esto no iba a ser flor de un día, entonces que se construya un proyecto para ganar, como Sevilla, Valencia, Atlético, Athletic o Real Sociedad. Todos habían conquistado títulos durante ese tiempo, pero el Villarreal no había logrado ni pisar una final. Había que dar un paso adelante y se dio con la llegada de Unai Emery.
Aunque desde la llegada del técnico vasco el Submarino no ha obtenido los resultados esperados en la competición doméstica (tampoco en Copa del Rey), en Europa ha dado ese paso de gigante, abandonando los complejos, vengando incluso aquel penalti de Riquelme y rompiendo barreras. El Villarreal ha dejado de ser ese equipo que “casi” lograba cosas para hacerlas de verdad. Primero ganando la Europa League el pasado año venciendo al Arsenal en semifinales (deuda saldada) y al Manchester United en la final (en una tanda de penaltis eterna, otra maldición rota). La eufórica celebración, la liberación contenida de haberse sacado una espina, perdurará siempre en la memoria de todos los integrantes del club y su afición.
Pero la ambición no se quedó ahí. Emery, el rey de la Europa League, tenía una cuenta pendiente con la Champions y la está saldando. En plena fase de grupos le llamaron con un suculento contrato del Newcastle y dijo “no”. Menos mal. En Bérgamo, el Villarreal firmó una victoria de las que marcan época, pero que ya se ha olvidado tras la apoteosis de Turín. No es para menos: ¡0-3 a la Juventus de Turín! El Villarreal volvía a unos cuartos de final de la Champions por la puerta grande y uno sentía que superar aquello era misión imposible. Pero el Villarreal está empeñado en llevarnos la contraria. Este miércoles, el Submarino le ha ganado al Bayern Múnich en un partido excelso, donde mereció marcar más goles. Le dio un baño al ogro de Europa, con Gerard Moreno de nuevo en plan estrella, Danjuma firmando un gol histórico y Albiol secando al mismísimo Lewandowski con 36 años. El conjunto bávaro llevaba ¡5 años! sin perder fuera de casa en competición europea.
Hoy ya no es tan descabellado pensar que el Villarreal puede volver a unas semifinales de Champions, a ese punto de penalti que Riquelme nunca olvidará. Ya no hay estadios ni grandes rivales que intimiden. Ya no hay complejos. Solo ilusión.
Imagen de cabecera: @VillarrealCF
