El sábado arranca el Mundial Sub20 en Corea. Los cracks del futuro se calzarán las botas en una cita para la que Argentina y Francia se postulan como serias candidatas al título. La albiceleste, que se clasificó para el torneo de milagro, tratará de buscar su superioridad en las individualidades de sus estrellas Tomás Conechny, Lautaro Martínez, Ascacibar o Ezequiel Ponce. Francia, con Augustin y Tousart como figuras destacadas, planteará de imponer su poderío físico. Portugal, Italia e Inglaterra pueden dar la sorpresa y Uruguay, vigente campeona del Sudamericano Sub20, es el equipo más completo y más rodado de los 24 que se dan cita en el continente asiático.
Y de la gran gesta que pueda hacer Uruguay tendrá mucha importancia el papel de su capitán Rodrigo Amaral (25 de marzo de 1997). A sus 20 años, el delantero disputará su segundo Mundial Sub20. Amaral tiene un problema, y es que hablando mal y pronto, está gordo. El charrúa padece problemas de peso bastante visibles, tiende a engordar con facilidad, y eso le ha generado desavenencias con Nacional, el que no se sabe realmente si sigue siendo su club o no. Cuando Amaral acudió al Sudamericano el pasado mes de enero, la cara de sorpresa de Fabián Coito, su entrenador, era un poema. Le sobraban casi 20 kilos. Con 1’75m de altura, pasaba los 90 kilos. De menos a más en el torneo, su portentoso golpeo de balón y su capacidad para ser diferencial, pese a su hándicap, le acabaron otorgando el premio al Máximo Goleador del torneo y fue el principal culpable de que Uruguay lograra el título.
«No voy a volver a Nacional una vez acabe el Sudamericano», afirmó Amaral durante la cita. «No quiero ser humillado por Lassarte (entrenador de Nacional)», sentenció. Y cumplió. El técnico le había informado que a su vuelta, su sitio estaba en el equipo reserva, algo que Amaral no aceptaba, que veía cómo el trato hacía él había cambiado de manera radical desde 2015, cuando con apenas 17 años debutaba en el primer equipo y tras hacer una gran campaña para un juvenil (20 partidos con el primer equipo) se le presentaba un futuro esperanzador. Pero la situación cambió por sus problemas físicos, y el trato que lleva recibiendo el jugador desde hace año y medio no es idílico. Cobra menos sueldo del que tiene por contrato y a su familia, amenazada de desahucio varias veces por las autoridades, ha tenido que sostenerla económicamente Daniel Fonseca, su agente.
Desde febrero, Amaral entrena en solitario con un preparador físico para preparar el Mundial. «Amo a Nacional, pero ellos no me quieren», se sincera, un rechazo que viene dado por su excesivo sobrepeso para jugar al fútbol. Su madre achaca el problema al club. «Todos veíamos que el chico pesaba al menos 10 kilos de más, pero lo que no pueden hacer es dejarle así sin ponerle un plan de entrenamiento para arreglarlo y luego echarle la culpa a él». Con todo, Amaral ha llegado «exactamente igual que en el Sudamericano«, critica su seleccionador, Coito. Aunque sí es cierto que visualmente parece algo más fino. «Ha perdido grasa y ganado musculatura», afirman desde dentro.
Su potencia de disparo y de zancada, su fuerza, su experiencia y su prodigiosa zurda le hacen ser un jugador siempre diferencial, aunque no pueda, por cuestiones obvias, aguantar los 90 minutos de cada encuentro en torneos tan cortos y exigentes, con tanta carga de partidos. Comparado desde hace años con Hulk por estilo de juego, Amaral deberá decidir su futuro tras el Mundial. Acaba contrato el 31 de diciembre y ha vuelto a afirmar que no volverá a jugar con Nacional. Daniel Fonseca ha pagado la rescisión de su contrato, aunque cuando firme por otro club deberá desembolsar cerca de tres millones de euros al club uruguayo. «Estoy seguro que en dos o tres años estará entre los 10 o 20 mejores jugadores del mundo», asegura el empresario, que ha apostado por él y se ha llevado el gato al agua con un chico por el que los agentes se pelean desde que tenía 10 años.
Entonces, Amaral jugaba al fútbol en el equipo de su barrio. Pablo Bentancur fue su primer representante, que le daba algo de dinero cuando solo tenía 11 años. Se lo fueron pasando de unos a otros. Primero Pablo Boselli y luego la empresa GBG, que tuvieron durante años un tira y afloja por el chico. Hasta que a los 16 años, un juez ordenó que la vinculación que tenía con ambas y los documentos firmados no tenía validez. Daniel Fonseca aprovechó la coyuntura y se quedó con su representación.
Ahora, 10 años después, Amaral aspira a ganar su primer Mundial Sub20. Es el enganche perfecto de un equipo completísimo en el que Nicolás Schiappacasse (Atlético de Madrid) es la punta de lanza y su compañero de ataque; Rodrigo Bentancur (Boca Juniors/Juventus) da la primera salida limpia de balón y donde Nicolás de la Cruz (Liverpool de Montevideo), que es el hermano del internacional absoluto Carlos Sánchez, genera todo el juego al lado de un Facundo Waller (Colonia de Sacramento) que tiene suma facilidad para dar el último pase.
Tras 50 participaciones con la selección de la categoría y 17 goles con la celeste, Amaral busca el entorchado que le falta a nivel de equipos y una buena actuación suya le catapultaría a dar el salto a Europa. El charrúa es posiblemente el jugador más talentoso del torneo, por encima de jugadores como Thomás Conechny, Takefusa Kubo, Bryan Cabezas, Dominic Solanke o Yeferson Soteldo. Es el jugador que posee en su haber los títulos de goleador del campeonato uruguayo Sub15, Sub16 y Sub17 tres años consecutivos, fue coronado como Jugador Revelación del Sudamericano Sub20 en 2015 y ganó el premio al Máximo Goleador en 2017. Tiene en su haber 145 goles en 113 partidos con las categorías inferiores de Nacional, con la que no volverá a jugar salvo sorpresa.
Si este chico, pasado de peso para el fútbol, sin planes específicos de entrenamientos, en un club que no le quiere y le trata mal, es capaz de seguir marcando diferencias, ganando títulos individuales y colectivos y jugando como si no importaran esos 20 kilos de más… ¿Qué podría llegar a hacer en un equipo que le mimase como la estrella que es y le pusiera a un tono físico apto? La inversión es mínima, el riesgo es cero, las posibilidades de que la acabe rompiendo si le enderezan el camino, infinitas.
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