Estar en el sitio adecuado en el
momento adecuado. Nunca una frase resumió tan bien la carrea de un jugador de
baloncesto. En las manos de Robert Horry lucen nada más y nada menos que siete
anillos de campeón de la NBA, récord absoluto para un jugador no perteneciente
a los legendarios Celtics de los sesenta. Dos títulos con los Rockets de
Olajuwon, tres con los Lakers de Shaq y Kobe y dos con los Spurs de Duncan y
Popovich. Sencillamente, tenía un don para saber dónde estar.
Hace unos años, a Brandon Jennings le
preguntaron en Twitter qué carrera prefería, si la de Reggie Miller o la de
Robert Horry. Y el exjugador de Bucks, Pistons, Magic, Knicks y Wizards no
dudó: “La de Horry”. Que respetaba el
legado de Miller (miembro del Salón de la Fama y triplista histórico) pero
siete anillos pesan demasiado porque al final lo que cuenta es ganar. Unos
tuits que generaron debate. Y en un momento dado, Jennings escribió: “Estáis hablando de Robert Horry como si
fuese basura o algo así. En fin”. Como si Horry fuese un campeón del estilo
Brian Scalabrine, D.J. Mbenga o Brian Cardinal. Nada más lejos de la realidad,
pero nos estamos adelantando.
Horry llegó a la NBA en 1992 desde
la Universidad de Alabama, su Estado natal. Los Rockets le seleccionaron con el
undécimo pick global y se convirtió en el alero titular de los texanos. Su
aceptable primer año le supuso la inclusión en el segundo mejor quinteto de
novatos, pero en su año sophomore su rendimiento bajó y su carrera estuvo a
punto de ser completamente distinta. En el ecuador de la temporada de 1994,
Horry fue traspasado a Detroit. Por suerte para él, el jugador que iban a
recibir los Rockets, Sean Elliott, falló en las pruebas médicas y el trade
nunca se llevó a cabo.
Con Michael Jordan en su primer
retiro, Olajuwon, Horry y compañía aprovecharon para hacer back-to-back (1994 y
1995) y convertirse en los nuevos reyes de la NBA. Sin embargo, en Houston no
estaban contentos con Bob: la franquicia consideraba que podía tener más
protagonismo en el juego. Así, en 1996 fue enviado a los Phoenix Suns junto con
unos cuantos compañeros a cambio de Charles Barkley. En Arizona chocó con su
entrenador, Danny Ainge, y su periplo allí duró pocos meses.
El 10 de enero de 1997, los Suns
mandaron a Horry a los Lakers. Un nuevo golpe de suerte. En Los Ángeles se
estaba cocinando una de las mejores parejas de la historia de la NBA: Shaquille
O’Neal y Kobe Bryant. Y con el nuevo milenio llegó la dinastía: dirigidos por
Phil Jackson, esos Lakers ganaron tres campeonatos consecutivos (2000, 2001 y
2002). Horry, sexto hombre de aquel equipo, ya tenía tantos anillos como Magic
Johnson. Fueron seis años magníficos en L.A., pero con un asterisco: estaba
lejos de su familia, que vivía en Texas. De ahí a que en 2003 decidiera fichar
por los San Antonio Spurs. En El Álamo puso el broche a su carrera con dos
anillos más. En total, siete. Más que Abdul-Jabbar. Más que MJ. Palabras
mayores.
Robert Horry se retiró en 2008 con
el récord compartido de ser campeón con más equipos distintos (tres). Pero la
gracia de su carrera no está solamente en la cantidad de anillos ganados, sino
sobre todo en lo decisivo que fue en la consecución de esos títulos. Porque Horry
no se ganó el apodo de Big Shot Rob porque sí. A pesar del rol secundario que
tuvo durante la mayor parte de su carrera (7 puntos de media como profesional),
tenía la asombrosa capacidad de aparecer en los momentos decisivos de los
partidos más importantes.
Siendo rookie ya dio un susto a los
SuperSonics en el séptimo partido de las semis del Oeste de 1993, aunque
finalmente serían los de Washington quienes avanzaron de ronda. Un par de años
después, Horry asestó un golpe mortal a los Spurs en el primer partido de las
Finales del Oeste a falta de 6’5 segundos cuando parecía que sería San Antonio
quienes se iban a llevar el duelo. Los Rockets se metieron en las Finales ante
los Magic, y ahí Big Shot Rob resolvió el tercer encuentro clavando un triple
con solo catorce segundos por jugarse. La reválida del título que llevó la
firma de Robert Keith Horry.
Con los Lakers fue protagonista de
tres momentos que a la postre significaron el three-peat. En el game 3 de las
Finales de 2001 (en ese momento empatadas 1-1) los 76ers atosigaban a los
Lakers. Sin embargo, Horry acabó con la esperanzas de Iverson y compañía con un
triple y cuatro tiros libres consecutivos en el último minuto. En los Playoffs
del año siguiente certificó el pase de los de oro y púrpura a semis con un
triple a falta de dos segundos. Pero para la posteridad quedará el cuarto
partido de las Finales del Oeste ante Sacramento.
Aquellos Kings de Rick Adelman, Chris
Webber, Vlade Divac, Peja Stojaković y Mike Bibby siempre serán recordados como
uno de los mejores equipos que jamás ganó un anillo. Uno de los grandes
culpables es Horry. Sacramento mandaba la serie por 2-1 y mandaba en el
marcador (97-99) con solo once segundos por jugarse. Tanto Bryant como O’Neal
erraron sus intentos de empatar. Divac palmeó el balón hacia fuera de la
pintura con tan mala suerte que fue a parar a las manos del único jugador que
estaba en el perímetro. Sí, Robert Horry. A falta de un segundo, el 5 de los
Lakers cogió el balón, se levantó, lanzó… y anotó. 100-99 para LAL, serie
empatada y a la postre un nuevo anillo para los Lakers. Divac definió la acción
como “un tiro con suerte”. “¿Un tiro con suerte? Llevo haciéndolo toda
mi carrera, debería saberlo. Tendría que haber leído el periódico”,
respondió Big Shot.
Gregg Popovich redujo sensiblemente
los minutos de Horry en pista, pero esto no impidió que volviera a hacer de las
suyas. Que pregunten a los aficionados de los Pistons presentes en el Palace de
Auburn Hills el 19 de junio de 2005. En el quinto duelo de las Finales, Bob
llevaba 3 puntos y 3 rebotes al término del tercer cuarto. Terminó en 21+7 (prórroga
incluida) y, sobre todo, se encargó de silenciar el pabellón con un triple
ganador desde el lateral a falta de cinco segundos.
Han pasado diez años desde que El Extraño Elemento (así le apodó
brillantemente Andrés Montes) dejó el baloncesto y su nombre sigue sin aparecer
en las listas de candidatos para ingresar en el Salón de la Fama. Vale, nunca
fue la estrella en los equipos en los que estuvo y nunca fue elegido para
ningún All-Star, pero siete anillos no se ganan por casualidad. Uno o dos tal
vez sí, siete no. Y leyendas como Shaquille O’Neal, Tim Duncan, Gregg Popovich
y Phil Jackson pueden presumir de muchas de sus joyas gracias a las apariciones
de Big Shot Rob.
¿Veremos alguna vez a Robert Horry
ataviado con la chaqueta naranja? Nunca se sabe, pero su carrera tiene la
literatura suficiente como para que al menos haya un debate al respecto. Porque
cuando hay quien prefiere su trayectoria a la del mismísimo Reggie Miller por
algo será.
Periodismo UCM. NBA en @SpheraSports y Sporting en La Voz de Asturias (@sporting1905).
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