Hace pocos días me sorprendió un
texto. No tanto por lo que trataba de mostrar, pues estaba más que de acuerdo
con el contenido, sino con la sensación que me produjo conocer quién era el
orador que había hecho público el mensaje. En un alegato por la necesidad de
que más y más jugadores se beneficiaran de su posición y se sumaran a la
iniciativa Common goal, Eric Cantona actuó como mentor de la institución
popularizada hace dos años por Juan Mata y al que se han sumado ya más de
ciento veinte futbolistas y entrenadores de todo el mundo, aportando el 1% de
sus salarios a causas sociales. No es la primera vez que Cantona se implica en
proyectos de este tipo, pero a la hora de leerlo, me vino a la cabeza los
momentos en los que ‘The King’ mostró que su reinado unía, de manera regular, a
la genialidad y al caos.
La buena fe y la implicación del jugador marsellés me capturó para buscar esos momentos en los que el genio de los cuellos alzados nos dejó de piedra cuando él mismo era una de las grandes estrellas del panorama mundial. A pesar de que nos han llegado múltiples situaciones que hablan poco del talento futbolístico del francés, son muchas las escenas que dejó escritas para la historia del fútbol. Habiendo crecido al amparo de las categorías inferiores del Auxerre, su talento lo llevó pronto a Marsella, su ciudad natal, para vivir una época llena de cesiones en la que no fue capaz de mostrar su juego y su calidad. Tras una última parada francesa en el Nîmes, el Leeds le convencería a iniciar sus andanzas en el fútbol inglés. Atacante veloz, creativo y con una finura espectacular para su envergadura, Eric Cantona no tardó en asegurarse de que las islas británicas lo acogieran como a un hijo. Tras el éxito de su etapa con Wilkinson, en un tándem indispensable junto a Lee Chapman y consiguiendo el título de liga y la Charity Shield ante el Liverpool, su carácter, como hecho a medida para el público y la sociedad inglesa, le empujó a seguir en esos lares, cambiando el blanco del Leeds por el rojo del Manchester United. Ferguson consiguió con Cantona un golpe de efecto sobre sus competidores. Su inclusión en el United aceleró un modelo ganador que llevaba persiguiendo la entidad del manager escocés desde su llegada. Una era de control del Manchester United que vino de la mano de este ‘bad boy’ francés.
Como en la canción de los The Doors de Jim Morrison, de quien es ferviente seguidor, a pesar de su perfecta aclimatación a lo que era el fútbol inglés de los noventa su figura acabó siendo un jinete en la tormenta. Siempre en la cresta de la ola en lo que a nivel se refería, sus actuaciones extradeportivas y sus salidas de tono protagonizaban también el día a día del francés en Inglaterra. Su patada voladora, su desplante a Henri Michel… Cantona era ejemplo de lo mejor, pero también de lo peor. No obstante, hoy, después de haber sabido bajar de la ola con la dignidad de un gentleman inglés, el ex atacante francés está decidiendo ser ejemplo para que quienes hoy dominan en el fútbol mundial, sepan conciliar su estatus con la empatía necesaria con quien sufre cada día, lejos del éxito y de los focos. Hoy, ante una cámara, es igual de clave que en el área rival, subiéndose los cuellos, mirando su objetivo y tratando de anotar un gol compartido que ayude a ganar más que un partido.
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