Diego BASADRE – Saltó el FC Barcelona despistado al césped del Parque de los Príncipes. Entre cerrojos y autobuses se habían olvidado de que a veces al rival también le da por querer el balón.
Los franceses no desaprovechan el desconcierto generado entre los azulgranas al verse sin la pelota y comienzan el partido llegando y mordiendo arriba, jugando el cuero con soltura e impidiendo al Barça que su salida desde atrás sea limpia.
Mientras los de Luis Enrique todavía estaban intentando encontrar su sitio, David Luiz aprovecha una falta lateral y la sorprendente (fue quizás uno de los jugadores más expeditivos en el pasado Mundial) fragilidad de Mascherano para marcar el primer gol del partido.
Pero un minuto más tarde, en lo que a la postre sería la mejor combinación azulgrana del partido, el equipo líder de la Liga empató el partido. Neymar-Messi-Iniesta-Messi, todo ello al primer toque para firmar el gol número 68 en Champions del astro argentino. Parecía que las cosas se iban a calmar y que al Barça le iba a dar tiempo a reconocerse sobre el campo.
Pero la confusión siguió reinando. Si al principio fue Busquets el irreconocible, los errores en pases a priori fáciles de los laterales se convirtieron en una pesadilla. Los parisinos seguían atacando en cuanto tenían ocasión, y en un córner, otra vez a balón parado, llegó el segundo.
Esta vez, aunque hubo errores en los marcajes, fue ter Stegen quién midió muy mal un balón de esos que llevan el nombre del portero escrito, quedándose a media salida. Otra vez, el partido se ponía cuesta arriba para el Barça.
El Barça se fue al vestuario como salió después, echando de menos un cerrojo que de momento no existía. Por lo tanto, la tónica en la reanudación fue similar a la de los primeros 45 minutos, con un PSG mordiendo y un Barça merodeador, con un agujero azulgrana en el medio del campo que cada vez se hacía más visible. Busquets, Rakitic e Iniesta se vieron desbordados.
Sin ser conscientes de ello, los de Luis Enrique estuvieron más pendientes de solucionar por la vía rápida con el talento de sus estrellas que con el juego colectivo de todo el equipo. Surgieron tantos espacios que el tercer gol, obra de Matuidi, pareció lógico visto lo visto sobre el campo.
Parecía la estocada final, pero el PSG no siguió buscando sangre y, viéndose con dos goles a favor en el marcador, decidió echarse atrás. No tardó Neymar en intentar que los de Blanc fueran víctimas de su propio miedo, y marcó poco después de que estos se replegasen, lo que hizo dudar al PSG.
Una auténtica obra de arte la del brasileño, que envió al primer toque un melón que disputó Messi. Del cielo al palo largo sin pasar por la casilla de Salida, haciendo inservible la estirada de Salvatore Sirigu. Luis Enrique intentó agitar el enjambre con un palo y dio entrada a Xavi, Munir y Sandro.
La entrada de Xavi asentó al equipo. Alves, que se fue antes de mandar un centro a la otra banda recordando al mismísimo Rochemback, Rakitic y Pedro fueron los sustituidos. El canario necesitaba hacer un buen partido para reivindicarse, pero últimamente no le sale nada de lo que intenta.
Los mejores minutos del Barcelona llegaron, curiosamente, contra algo que se le suele atragantar: una defensa muy cerrada. El Barça no perdió los nervios y dejó de intentar centros para nueves invisibles para pasar a hacer lo que mejor sabe hacer. Bascular de un lado a otro hasta encontrar el momento exacto. Se generó mucho más, y se tuvieron ocasiones claras para empatar el partido, siendo Jordi Alba y Sandro quienes disfrutaron de las más clamorosas.
Pero esta reacción llegó demasiado tarde, (después del min. 70) y fue insuficiente para que el Barça pudiese evitar la primera derrota de Luis Enrique. Derrota lógica, merecida y justa. Demasiados errores e imprecisiones desde atrás. La buena noticia es que son errores corregibles, propios de un equipo que está creciendo. No debería de considerarse ningún drama. La mala, es que en el primer test de altura de la temporada, han surgido demasiadas dudas.
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