No era días más tranquilos que estos para el Real Madrid y su entorno los que vivía el equipo blanco durante el principio de febrero de 2007. La segunda etapa de Fabio Capello al frente del primer equipo tuvo un final feliz, ya que se logró una nueva Liga, pero ciertamente el camino que le tocó hacer entre el final de 2006 y el principio de 2007 bien podría confirmar aquello de ‘lo que no me mata, me hace más fuerte’.
Hubo que esperar a aquel Clásico ante el Barcelona donde el empate a tres final, se acabaron de creer que tenían los medios suficientes para pelear de tú a tú a un Barça que, justamente tras ese choque, inició una caída en juego y resultados. Imposible olvidar aquel desenlace liguero si repasas cómo se inició y transcurrió aquella Liga.
Una Liga en la que también tomó parte el Levante como equipo de Primera. El equipo grandota venía de un trabajado ascenso y consiguió mantener la categoría. Era otros tiempos en Orriols a la hora de confeccionar plantillas. Había capacidad económica y no tanta responsabilidad como en estos últimos años y jugadores de la talla de Molina, Tomassi o Kapo arribaron al Ciutat con el ánimo de ser las primeras piedras de un equipo que se asentara en Primera de una vez por todas.
López Caro fue el elegido para guiar al equipo pero un pobre balance de juego y de resultados (5 victorias en 18 partidos) sentenció al ex entrenador del Real Madrid dando paso a uno de los especialistas modernos en eso de salvar equipos condenados a sufrir: Abel Resino.
El actual entrenador del Granada dio cierta solidez al equipo y vivió resultados sonados como el 4-2 al Valencia en el Ciutat o el partido del que se venía a hablar hoy: el 0-1 en el Bernabeú.
Contábamos al principio que el nerviosismo en la Casa Blanca era palpable por la marcha del equipo y poca atención se le prestó entonces a la visita del Levante, contando quizás los días para su doble enfrentamiento europeo ante el Bayern.
Jugando con esa tesitura y con la fortuna de un gol tempranero, el Levante logró su primer y hasta ahora único triunfo en el Bernabéu, amargando a los blancos, no sólo los días posteriores, sino la bonita efeméride de celebrar el millar de partidos como local en Liga.
El gol de penalty de Salva Ballesta en su primer partido como levantinista desarmó la poca serenidad que pudiera tener el Madrid para llevar a cabo su juego y voltear el resultado volviéndose previsible ante un cuadro azulgrana que aguantó estoicamente ajeno a la pañolada que iba a desatar al final del partido, inversamente proporcional a la alegría del grupo a su vuelta a Valencia.
Hoy uno puede encontrar bastantes paralelismos entre la situación de ambos equipos y seguro que a ninguno de los dos bandos les importaría acabar la historia de la misma manera que en aquel 2007: el Madrid ganando la Liga en el último partido al Barcelona y con el Levante sorprendiendo en el Bernabéu y salvando la categoría.