La noche en Montilivi no fue solo una victoria; fue una bocanada de aire para un Girona que venía ahogado por una racha nefasta y el miedo real de mirar de cerca el abismo del descenso. El 1-0 ante el Mallorca, obra del incombustible Stuani, no solo vale tres puntos: vale un mundo en la lucha por la permanencia.
Un partido de nervios y necesidad
El Girona, marcado por la urgencia y la ansiedad de once jornadas sin ganar, jugó con el corazón en la mano. Míchel apostó por la vieja guardia y no falló: Stuani y Portu sacaron petróleo de una defensa mallorquinista irreconocible, mientras Greif sostenía a los baleares. El gol, tras un rechace, fue el reflejo de la fe y la insistencia, y también de la fragilidad de un Mallorca que parece haber perdido el pulso competitivo de la primera vuelta.
El peso de los puntos
Con este triunfo, el Girona se despega momentáneamente de la zona roja y se coloca con 38 puntos, tres por encima del descenso y, sobre todo, con la cabeza más despejada para afrontar el tramo final del campeonato. No fue solo el resultado, fue la forma: el equipo ganó duelos, recuperó intensidad y supo sufrir cuando el Mallorca apretó en los últimos minutos, con Gazzaniga erigiéndose en héroe bajo palos.
Lo que queda: cuatro finales
El calendario no da tregua: Villarreal (casa), Real Valladolid (fuera), Real Sociedad (fuera) y Atlético de Madrid (casa) son los cuatro rivales que le quedan al Girona en Liga. Cuatro partidos para certificar la salvación, pero con la moral renovada tras una noche en la que el equipo volvió a competir, sufrir y ganar.
