El Deportivo Alavés ha hecho oficial el fichaje del paraguayo Óscar Romero, un jugador de una calidad exquisita que en su momento fue pretendido por grandes equipos de Europa.
Mediapunta que puede desenvolverse prácticamente en cualquier zona de ataque, su visión de juego, su delicadeza a la hora de tratar el balón y su último pase le hacen un jugador letal en tres cuartos de campo. Letal cuando muestra su mejor visión, a veces de forma irregular.
Despuntó, como muchos de su país, en Cerro Porteño y en las categorías inferiores de la selección. Pronto fue clave para que su equipo ganara el título (junto al español Dani Güiza) y realizara una notable participación en la Copa Sudamericana. Su destino estaba en un torneo mejor, por eso fichó por Racing de Avellaneda en 2015 a cambio de 2,5 millones por el 70% de su pase. Pese a que le costó adaptarse, al cabo del tiempo se convirtió en imprescindible.
Alineación de Cerro Porteño, con Óscar Romero abajo y Dani Güiza arriba
Se esperaba que su próximo destino fuera Europa, tentado por clubes sobre todo españoles: Valencia, Atlético y Real Madrid (el club blanco quiso también a su hermano mellizo) se interesaron por él ya en Cerro y le siguieron la pista hasta mucho tiempo después. Sin embargo, como muchos otros, Romero decidió poner rumbo a China, al Shanghái Shenhua. Racing recibió 8,4 millones.
Sin embargo, el Shanghái no puede mantener a Romero en el equipo al tener que cumplir la nueva norma impuesta por la Superliga China, reduciendo de cuatro a tres el número de jugadores foráneos en la alineación titular. Así, con Carlos Tévez, Martins, Guarín y Demba Ba (este último lesionado), el paraguayo no tiene sitio, por lo que ha sido rápidamente cedido al Deportivo Alavés, que se adelantó a clubes como Boca Juniors para hacerse con un auténtico mago del balón.
Tiene 24 años y es posible que su adaptación sea difícil, pero el club de Vitoria debe ser paciente. Tiene hasta 2018 para mostrarse en un escaparate inmejorable, en la Liga en la que juegan Cristiano, Messi, Griezmann y compañía.
Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).