Nunca dejes de creer

Otra vez en la orilla. Otra vez con las manos vacías. El Atlético de Madrid, que soñó con la Copa del Rey como refugio en una temporada que apuntaba a histórica, se despertó en la misma pesadilla que hace tres semanas en Europa. Primero el Real Madrid, ahora el Barcelona. La ilusión de un título se ha desvanecido en un mes cruel, dejando al equipo  en un mar de dudas.

El Metropolitano rugió, pero fue testigo de un equipo que tardó en despertarse, sobre todo en la primera parte. Sin intensidad, sin hambre, sin identidad. Porque además del talento, eso es el Atleti, y se echó en falta. El Barcelona dominó y golpeó en el momento justo. Ferran Torres, como en Liga, volvió a ser el verdugo con un gol quirúrgico que heló el estadio. La reacción llegó tras el descanso, con más empuje que fútbol, la épica no se acercó en esta ocasión.

Los números lo dicen todo: ni un solo disparo a puerta en 90 minutos, un 26% de éxito en los centros, solo el 27% de los duelos individuales ganados. Un Atleti sin colmillo, sin la fiereza que sí mostró ante el Real Madrid en la Champions. Como si la salida de la competición europea en el Metropolitano hubiera dejado una sombra que aún pesa sobre el equipo.

Simeone lo intentó todo, incluso con un triple cambio al descanso que tampoco funcionó. Al final, la imagen fue desoladora. El técnico, de pie, esperando a sus jugadores mientras el Metropolitano aplaudía. Porque aquí perder duele, pero nunca se traiciona la esencia. La afición sabe que la historia de este club pasa por sufrir y aún así sentir orgullo de los suyos.

Se ha cerrado la puerta de la Copa, pero el Atleti no va a deternerse. Caer es parte del camino. Levantarse es lo que les hace diferentes. Queda LaLiga, queda el orgullo, queda la obligación de reconstruirse. La herida de Copa, va a cicatrizar. Y cuando lo haga, el Atleti volverá a morder.