Si hace unos años alguien nos dice que los partidos de los Steelers iban a ser auténticos festivales aéreos con medias de 300 yardas de pase tanto a favor como en contra pensaríamos que hablábamos con un loco. Los Steelers han sido durante toda su historia fieles a un estilo, a ese fútbol de mucha defensa, a ese de correr, correr y volver a correr, al de las peleas en las trincheras, a ese en el que al rival le costaba sangre, sudor y lágrimas conseguir una anotación. Un estilo que parece haber ido desapareciendo en las últimas temporadas en Pittsburg.
Cuando digo hace unos años, no hay que remontarse ni siquiera a la era de Bill Cowher para ver ese cambio. Ya con Mike Tomlin como head coach el peso del ataque de carrera se ha ido reduciendo en favor del de pase. El entrador llegó en 2007, en el que era el cuarto año de Ben Roethlisberger en la liga. El QB finalizó la temporada con 404 intentos de pase en 15 partidos, números que han ido aumentando hasta los 608 de la temporada pasada, donde se fue casi hasta las 5.000 yardas por primera vez en su carrera.
Donde antes veíamos a Hines Ward, Santonio Holmes o incluso Mike Wallace hacer buenísimas temporadas de más de 1.000 yardas, ahora nos encontramos a Antonio Brown. Un jugador capaz de atraparlo todo, que acaba cada año con más de 100 recepciones y en torno a las 1.500 yardas de recepción. Posiblemente el mejor receptor de la liga las últimas tres temporadas. Pero es que, además de Brown, Big Ben tiene al eterno TE Heath Miller y a dos nuevos receptores que están aportando mucho a ese ataque como son Martavis Bryant y Markus Wheaton.
El juego de carrera por su parte ha pasado a tener cada vez menos snaps, de los más de 30 por partido en los años de Willie Parker a los 25 actuales. Se podría pensar que la lesión de Le´Veon Bell ha influido, pero viendo el buen rendimiento de DeAngelo Williams queda claro que no. Los Steelers han dejado de ser fieles a su estilo para unirse a la moda de la “happy pass league”.
Pero no sólo en la forma de atacar ha cambiado Pittsburg, también en la de defender. Dick Lebeau había sido el coordinador defensivo del equipo durante los últimos 10 años y había conseguido sembrar el pánico en los ataques rivales con su famosa 3-4 “zone blitz”, donde linebackers y strong safety se combinaban en blitzes y coberturas sin que el QB supiese quién haría cada cosa. Una línea de linebackers con jugadores como Woodley, Farrior o Harrison, además de un Troy Polamalu que jugaba a sus anchas desde su posición de safety. Esa defensa llegó a dejar a los contrarios en menos de 180 yardas por partido, 100 menos que lo que lo hace la actual.
Es cierto que se han retirado casi todos esos jugadores y han tenido que ir reconstruyendo poco a poco a base de elecciones de draft. Y, a priori, no lo han hecho mal. Los Shazier, Tuitt, Heyward o Jones llegaron con vitola de estrella en la universidad y ahora tienen que demostrar que pueden rendir al nivel que exige la NFL. Pese a que la secundaria es bastante mala, el front-seven está creciendo muchísimo, lo que ha ayudado en las últimas semanas a que los Steelers llegasen a la pelea por los playoffs.
Parece que la renovación defensiva va por buen camino, al menos en cuanto a personal se refiere. Si son capaces de mejorar la posición de cornerback (por alguna extraña razón nunca escogen uno en primer ronda del draft) esa defensa puede volver a ser muy competitiva. Aunque nunca a los números de la de hace unos años, no sólo por la calidad de los jugadores y la falta de alguien único como era Polamalu, sino por la orientación al pase en la NFL actual.
Los de Tomlin ya no son lo que eran, al menos en el estilo o la filosofía de juego que vemos en el campo, pero siguen un rival a tener en cuenta. Ahora ya no son temidos por su defensa, sino por la explosividad de su ataque. Habrá que acostumbrarse a esta nueva versión, que no por ser distinta deja de ser atractiva (y muy divertida de ver), la de los Steelers del siglo XXI.