Se ha convertido en un ‘León’ desde la melena hasta la cola. Quizá porque en Sevilla, donde no le fue bien, Del Nido le había marcado el camino con la famosa frase. Porque ser del Athletic implica un compromiso extra con sus ideas. No es fácil triunfar allí, pero si lo haces te convertirás para siempre en uno de los suyos.
En Bilbao importa el camino recto, sin dobleces. Así llegó Marcelino en un momento de languidez porque no existía conexión con el equipo. Apoyo sí, química no. Se pasaba por los partidos sin grandeza, sin dejar rastro. Era como un día más en la oficina, tedioso y rutinario. Llegó el asturiano con la cabeza arriba, como suele hacer. Sin temor ni mensajes pequeños, y me pareció algo osado. No veía fácil la empresa con lo que había y con el mercado tan reducido que la filosofía obliga. Me equivoqué.
Pasado el tiempo, cada jugador parece dar la mejor versión de sí mismo y algunos hasta superior. Señal inequívoca del trabajo de un entrenador que aumenta el valor de cada uno por el bien del grupo. Pone la meritocracia por delante para impulsar a aquel que se siente legitimado para aspirar a un puesto por su proceder. Ha subido el ritmo y el dinamismo del equipo varios puntos. Ahora se reconoce su intensidad, su presión, su vértigo, esas características que tanto gustan en el Botxo. Sabes lo que te espera en San Mamés. Lo sabía el Barça, el Madrid y también la Real. Lo saben, pero ¿cómo frenar un tsunami que se va acercando metro a metro? Te puedes resistir o abandonarte a tu suerte. El último derbi vasco fue las dos cosas: al principio supervivencia y después rendición.
Marcelino ha insuflado autoestima al Athletic que se cree capaz de ganar a cualquiera y lo ha hecho con casi todos. Los ha devorado cual león hambriento, como es su técnico. Un tipo con carácter, con mucha personalidad, que también ha cometido errores en su carrera (como él ha reconocido). Ha pasado por muchos equipos y son contados los ejemplos donde no funcionó su fórmula. Para pisar banquillos importantes necesitas esa dosis extra de vigor y autoridad, mejor por exceso que por defecto. En Valencia la tuvo y su equipo, con el capitán Parejo al frente, hizo lo mismo que Muniain recién llegado: reconocerle como líder y creer en su manera de llevar al grupo.
No sé si continuará en Bilbao, todos sabemos que algún día llegará Iraola, lo que es seguro es que ha dejado su impronta y su sello. Demuestra que puede hacer de ese grupo de chavales un equipo atractivo de ver y orgulloso de representar. Desde Lezama hasta mirar a la cara a los trasatlánticos, Marcelino García Toral es ya un ‘León’ que devora presas. Caza mayor para uno de los técnicos españoles que deja huella donde pisa.