Carlos HERNANDO – Una cuenta atrás infinita, una mecha que nunca llega a su destino y la impotencia de todos aquellos que deseamos una explosión. Atómica si puede ser. Sufrimos cada temporada, cada partido al ver que una lesión tras otra lo implosiona un poco más. Nadie quiere que se consuma.
Luis Muriel no es uno más de los miles de apadrinados por los ojeadores del Udinese. Sin duda alguna, es una de las mayores promesas del fútbol cafetero. El equipo de Pozzo lo rescató del Deportivo Cali con 19 años, anotando en su segunda temporada nueve goles en diez partidos. Las alarmas en Friuli estallaron, habían dado con otro tesoro sudamericano y eran conscientes que en unos años las arcas del club se agigantarían como es rutina en el club.
Fichó por el Udinese y éste lo destinó al Granada, una especie de “filial”, en cuyo momento soñaba por la Segunda División con la meta de volver a ascender. En tierras andaluzas no actuó como un verdadero futbolista, abandonando España para acabar en el Lecce cedido. Aquí recuperó sensaciones, volvió a paladear las mieles del fútbol y Pozzo decidió rescatarlo.
En Friuli, Guidolin vio su incontable potencial. Poderío físico, una arrancada veloz y unos primeros metros que recuerdan a un tal Ronaldo. Los goles no eran preocupación porque esa función ya tiene nombre: Di Natale. Lo convirtieron en su mejor escudero, retrasando su posición para acariciar lo que más deseaba, el cuero. Como digo, perfecto escudero, aunque para nada fiel.
En el primer año padeció una insufrible lesión en la cadera en el mes de septiembre. Las luces se apagaban y el pesimismo emergió; a partir de ahí, trabajó como nunca para retornar al verde y todo ello dio resultado. Comenzó a convencer a Guidolin, disfrutó de cada contraataque y fue partícipe de la clasificación a Europa League.
Las lesiones están lastrando la evolución de Luis Muriel | Getty Images
Los grandes de Europa empezaron a fijarse en él. Si antes solo lo miraban de reojo, ahora todos los focos del escenario europeo apuntaban al colombiano. La única duda sobre él era su mayúsculo talón de Aquiles: las lesiones. Es por ello que ningún grande se mojó y decidieron aguardar a su explosión. Pero el artefacto nunca estalló.
De nuevo, el deterioro físico se hizo presente. Su importancia en la escuadra se diluía a favor de otras jóvenes promesas como Bruno Fernandes o Nico López. Veía perecer partidos desde la banca, o bien jugaba esos minutos de la basura, la típica sustitución para perder tiempo. De pieza clave a último recurso. Solo seis goles en lo que va de Serie A (28 jornadas) y con apariciones fantasmagóricas (solo ha jugado los 90 minutos en cuatro ocasiones) provocan que el colombiano se diluya.
Todos confiábamos en él para esta temporada. Se echaría el equipo a la espalda y saldría por la puerta grande, dejando un verdadero dineral en las arcas. Sin embargo, los pronósticos parecen erróneos y solo él puede modificarlos. Muriel, a pesar de no gozar de minutos, es superior a lo existente en Friuli; posee cualidades innatas y únicas en el plantel de Francesco.
Además, cuenta con el apoyo de todos: Udinese quiere que explote; Colombia y su seleccionador Pékerman lo barajan como posible alternativa a la vacante que liberó Falcao; y Europa también desea que reviente y disfrutar de él. Si no se reencuentra con ningún obstáculo que ahogue su mecha, reventará el viejo continente. Esperemos que solo sea cuestión de tiempo y es que lo bueno se hace esperar…
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