Paco LÓPEZ.– El fútbol gusta porque no hay nada escrito sobre lo que viene, porque aunque mires a los de siempre llega Grecia y gana una Eurocopa, porque el Atlético de Madrid es capaz de visitar el infierno y romper el dominio de los que se creían en el olimpo. El Liverpool tiene pocos capítulos gloriosos en su historia reciente, ninguno superará la Champions de Estambul. Esa clase de sorpresas son las que hacen que siga creciendo la fiebre por el fútbol.
Con el paso de los años, el Liverpool ha ido agachando la cabeza y marcándose como objetivo volver a pisar la competición que llegó a reinar. Ahora, los de Anfield se encuentran en el tramo final con media Premier en la mano, con todo de cara para acabar campeones. Una sorpresa mayúscula. Aquí aparece Brendan Rodgers, el verdadero protagonista de la actual situación de los Reds. Tras un primer año duro, el ex-Swansea ha sacado varios cuerpos de ventaja al resto en la carrera por ser el mejor técnico de la Premier, demostrando que hay muy pocos como él en la adaptación a diferentes contextos, y menos dentro del seno del fútbol inglés.
Sus esquemas han oscilado entre 3-5-2, 4-5-1, 4-2-3-1 y diversas variantes del 4-4-2. En el tramo final la imagen del Liverpool está siendo la más competitiva del año. Con rombo en el medio, el 4-4-2 está rozando el cetro que era habitual en Anfield antes de la llegada del escocés más querido de Old Trafford. Y para entender las causas hay que mirar más allá de la exitosa y efectiva dupla Suárez-Sturridge, que sostuvieron al equipo en los tramos más irregulares. Tampoco hay que centrarse únicamente en la figura de Steven Gerrard, pese a que haya rejuvenecido un año por cada cinco metros que ha retrasado su posición. Una liga necesita de actores secundarios y Rodgers ha moldeado el reparto hasta dar con la fórmula ganadora.
Cuando el técnico se sentó por primera vez en su ‘casa’ actual, Sterling era un extramo prometedor y Henderson estaba en la puerta de atrás esperando cualquier llamada para salir –y nadie le habría frenado-.
Jordan Henderson sufrió el habitual vaivén de la prensa inglesa: joven, inglés, exhibición contra un grande (Chelsea en su caso); de Balón de Oro para arriba y con varios pretendientes amontonando millones. Él nunca podrá ser una estrella y ha tardado tiempo en darse cuenta, pero Rodgers le ha encontrado su función: escudero de Gerrard. Sus virtudes no recaen únicamente en su papel de jugador trabajador. Su crecimiento global es una de las mejores noticias para Hodgson, de cara a Brasil 2014: cada vez más inteligente en el desmarque de ruptura, mejorando el buen golpeo que ya tenía, siendo el primer sacrificado sin balón y encontrando pausa en campo rival para filtrar pases. Sí, necesita de Gerrard al lado, pero tiene buena parte de culpa en las lágrimas de su capitán por estar acariciando el título. Una pareja vital, necesaria.
Las mejores actuaciones del Liverpool esta campaña han llegado por grandes lecturas de Rodgers a la hora de donde presionar sobre el terreno de juego. Esa facilidad para variar la altura del esfuerzo colectivo tiene en Henderson y, en especial, en Sterling a sus activos principales.
El joven inglés ha pasado de extremo a atacante. Su lectura por dentro ya decide partidos, y sus conducciones no son un desafío en solitario, ahora generan ventajas. Toda la plantilla ha adoptado un gen ganador, compitiendo primero y brillando si se puede, algo que ha ayudado a Sterling a madurar. Lo asombroso de Raheem es el entendimiento de cómo presionar. Al canterano le falta mejorar en muchas facetas, mucha carrera por delante, por ejemplo en los apoyos interiores o las recepciones de espaldas.
El trabajo de Rodgers es incuestionable. El Liverpool se merece la Premier (aunque después de tantas jornadas no existe un campeón que no lo "merezca") y las estrellas han encontrado secundarios en quien confiar.
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