El exalcalde de Río de Janeiro prometió que no ocurriría, pero medio año tras el final de los Juegos Olímpicos, la expresión «elefantes blancos» suena hoy a menudo al hablar de las instalaciones deportivas de Río 2016. Dicho término se usa para describir unas instalaciones abandonadas y en franco deterioro, sin uso actual o incluso casi inservibles después de ser inauguradas con la promesa de constituir el legado más duradero del primer torneo olímpico que hizo parada en Sudámerica.
«No vamos a avergonzar a Brasil con ‘elefantes blancos'», decía el exalcalde Eduardo Paes tras los Juegos. A Paes, en tanto retirado del cargo, le gustaba entonces citar como ejemplo el impulso urbanístico de Barcelona tras la cita de 1992 y descartaba que en su ciudad ocurriese lo de Atenas 2004 o lo de Pekín 2008. Pero seis meses tras la clausura de Río 2016, la situación sugiere que el de la metrópoli carioca podría ser incluso el peor fiasco olímpico de la historia. El legado del torneo que costó unos 11.800 millones de euros sobre todo a la iniciativa privada, según los organizadores, parece desmoronarse día tras día.
El Parque Olímpico, ruinas en una ciudad fantasma
«Es todo un poco triste», dice Andre Araújo, en medio del desolado Parque Olímpico de Barra da Tijuca, el complejo deportivo ubicado en el oeste de Río que fue el corazón de los Juegos. «¿Para qué tenemos estas instalaciones absurdamente grandes?», se pregunta el ingeniero de 44 años, que visita el lugar con su hijo de diez años por primera vez desde agosto. Ambos están de pie a unos metros del Estadio Olímpico de los Deportes Acuáticos, construido por unos 66 millones de euros.
El lugar donde el estadounidense Michael Phelps hizo historia ante unas 15.000 personas, es hoy la imagen de la desolación. La piscina es un agujero vacío y sucio, manchado de óxido. A la vecina Arena Carioca 3, sede de la esgrima y el taekwondo, le falta el suelo. En teoría, los visitantes no pueden entrar en las instalaciones, pero ni siquiera la vigilancia funciona bien estos días. El Parque debía de albergar escuelas públicas y centros deportivos de alto rendimiento, y servir de escenario para grandes eventos tras los Juegos. Ninguna empresa privada, sin embargo, ha asumido hasta ahora la tarea. La «Ciudad Olímpica», por eso, está cerrada hasta nuevo aviso, y sólo abre sus puertas los fines de semana para curiosos que quieran ver las instalaciones por fuera.
«Eso es lo que muchos esperaban», dice Carlos Vinicius, de 27 años, uno de los poquísimos visitantes, que va al lugar para hacer skateboard en las explanadas de cemento de lo que es casi una ciudad fantasma. «Ninguna empresa va a querer administrar esto. Es muy caro», vaticina.
El mítico Maracaná, sin luz
Reformado en varias ocasiones en los últimos años – primero para el Mundial de fútbol de 2014 – el famoso estadio de fútbol Maracaná es quizá el mayor símbolo de la crisis post-olímpica brasileña. La arena está cerrada desde fines del año pasado por disputas entre el consorcio administrador y Río 2016. En las tribunas faltan cientos de butacas arrancadas de sus sitios para las galas de apertura y clausura de los Juegos, y recientemente, la empresa Light cortó incluso el suministro de electricidad por falta de pago.
Leer más: El abandonado Maracaná podría cambiar de administrador
El consorcio controlado por la empresa Odebrecht, sumida en un escándalo de corrupción en varios países de América Latina, se niega a retomar la administración hasta que Río 2016 pague las reparaciones. Al mismo tiempo, Odebrecht intenta deshacerse de su participación en el consorcio Maracaná. Más allá del estadio, también hay problemas en el complejo deportivo de Deodoro, donde se disputaron las pruebas olímpicas de equitación, BMX y piragüismo en slalom. Las instalaciones ubicadas en la empobrecida zona norte de Río parecían ser inicialmente uno de los pocos lugares con un legado olímpico palpable. La piscina pública abierta tras los Juegos, sin embargo, está ahora cerrada por falta de fondos, debido a la bancarrota financiera de Río.
La Villa de los Atletas, apartamentos de lujo sin compradores
Los 31 edificios que hospedaron a unos 10.000 deportistas y miembros de delegaciones tuvieron una mala estrella desde el comienzo. Si antes de los Juegos hubo quejas por sus instalaciones defectuosas, la Villa Olímpica de Barra no acaba de despegar ahora con su oferta de apartamentos de lujo para gente adinerada. «Ilha Pura» («Isla Pura») se llama el complejo construido por la empresa del millonario Carlos Carvalho y por Odebrecht. Entre los edificios cuelgan aún banderas de las delegaciones de China, Túnez y Venezuela, pero la antigua Villa de los Atletas ya empieza a parecer un lugar exclusivo, con piscinas de aguas cristalinas y espacios destinados a supermercados y cines propios.
«En Brasil no hay ningún proyecto de este porte», asegura orgulloso un vendedor. Los apartamentos más grandes, de 164 metros cuadrados, cuestan unos 535.000 euros. Hasta ahora, sin embargo, sólo se han vendido 614 de los 3.000 apartamentos. El plan original era tener casi todo vendido hasta 2017. Incluso el lujo de «Ilha Pura» podría dejar paso pronto a nuevos «elefantes blancos» en la primera sede olímpica sudamericana.
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