El fútbol tiene una similitud con el amor. Es una pasión, y eso nos mueve. Lo del Barça en los últimos tiempos ha transitado por distintas fases: tristeza, decepción, enfado. Hasta llegar a sentir que no hay respuesta alguna al estímulo. El fútbol marchitado, desesperanzador. Nadie las tenía todas sobre lo que sucedería en la montaña mágica de Montjuïc. Por suerte, el amor, en cualquiera de sus formas, siempre sorprende.
El Barça salió con la convicción de dañar al Napoli. Buscó pases agresivos por dentro y combinaciones de progresión que le dieron la fluidez que necesitaba para mostrarle a Europa un amor propio que había olvidado en un cajón. Aunque Pau Cubarsí suene con dulzura y todavía tenga la inocencia en el rostro, sale al cruce y no se agazapa para proteger el terreno con diligencia. La Masia fue su mejor argumento.
En esa tendencia de echar a los leones a las viejas glorias, llegó Xavi a las oficinas del Barça y le entregaron un marrón envuelto en papel de regalo y con un lazo de purpurina. De la ilusión al tropiezo, del respeto al ninguneo. De ‘para toda la vida’ a ‘tenemos que hablar’. En lo que se supone que serán sus últimos pasos como técnico de la entidad blaugrana, el de Terrassa ha rubricado el ansiado pase a cuartos. La alineación, el planteamiento, los cambios. Que Lamine Yamal, Fermín o Pau Cubarsí estén destacando en este Barça también es parte del legado. Al César lo que es del César.
Eso de que el equipo estaba en reconstrucción costó de asimilar más de la cuenta. Cuando te llamas Barça y ya tienes buenos ladrillos para montar el bloque, no digieres que haya que empezar de nuevo por la primera piedra. Y eso de que los plazos de entrega se alarguen le toca las narices a cualquiera. Más en la exigencia a la que se somete el balompié, cansado de cumplir con las expectativas. Más en un club como el FC Barcelona; el salvaje oeste. Sálvese quien pueda.
Al otro lado tildan la celebración del pase a cuartos de exagerada. Como si existiera una vara de medir los sentimientos. Esto pasa porque ya le hemos restado valor y, en la élite del fútbol, las cosas se dan por hechas. La cuestión es que el Barça ya está en cuartos y lo hace tras cuatro años sin acceder a esta eliminatoria. Que el talento emergente flote en la superficie es una gran noticia. Ayer un chaval de 17 años que debutaba en la Champions fue MVP del partido. Los amigos con los que juega en el patio, también brillaron en el tapete. Alegrarse de las pequeñas grandes cosas. Quizá ese sea el sentido del fútbol que nunca se debió perder.