En un año y medio, Zidane ha llevado al Real Madrid una Liga, una Supercopa, un Mundial de Clubes y dos Champions League consecutivas, algo que no se veía desde los tiempos del Milan de Sacchi y del Nottingham Forest de Brian Clough (¿por qué muchos periodistas se han olvidado del doblete de Cloughie?).
No obstante, cuando fue anunciado como técnico merengue, el 4 enero 2016, en sustitución de Rafa Benítez, Zidane parecía otro golpe de efecto de Florentino Pérez, una ex estrella como jugador que terminaba en uno de los banquillos más prestigiosos del mundo con su trayectoria sobre el césped como único apoyo. Un parvenu de los banquillos.
Tras una etapa como segundo de Carlo Ancelotti y una breve y nada entusiasmante experiencia en el Castilla, segundo equipo del Real Madrid, Zizou mostraba la idea de ser más un personaje carismática que un entrenador, un gestor (en un vestuario de estrellas) más que un táctico.
Y sin embargo, Zidane, a pesar del escepticismo que le ha acompañado desde el principio -a pesar de las primeras victorias e incluso la conquista de la Champions 2016- ha demostrado su valor.
Quizás no será nunca un valiente tactician, como dicen los ingleses (un Guardiola, un Mourinho, un Nagelsmann si se quiere), pero Zinedine ha demostrado que también tiene un gran nivel en el aspecto táctico.
La victoriosa campaña en esta Champions 2017 lo demuestra, con un Zidane que ha dejado fuera a Sarri, Ancelotti (aun con alguna ayuda arbitral), Simeone y Allegri.
¿Qué ha hecho Zidane para ganarse el reconocimiento?
Para comenzar, consiguió imponer a Casemiro. El centrocampista brasileño, con una técnica más noble de los que se piensa y punto de discordia entre Benítez y Florentino (el presidente le acusaba de preferirlo antes que al más glamouroso James Rodríguez) ha sido decisivo para equilibrar al equipo.
También ha sido capaz de entrar en sintonía con Ronaldo, convenciéndole para aceptar unas rotaciones de las cuales el astro portugués se ha beneficiado en sus magníficas actuaciones a final de temporada.
Y para terminar, ha presentado un equipo cuadrado tácticamente: en este aspecto, Zidane ha variado con sapiencia entre el 4-3-3 y el 4-3-1-2.
Una de las claves sobre las que valorar el trabajo de Zidane es sin duda su capacidad de mejorar el juego de posición del Real Madrid, que con Rafa Benítez había dejado mucho que desear, con un equipo que se presentado como un equipo demasiado extendido y dividido en dos bloques entre defensas y atacantes.
En este sentido, el recurso de Casemiro ha sido fundamental. Protegidos por el mediocentro brasileño, Luka Modric y Toni Kroos han adquirido una mayor libertad para ocupar half-spaces y desde allí, tener mayor facilidad para hacer circular el balón.
En fase de construcción, la jugada madridista parte de los dos defensas centrales para conectar con los tres mediocampistas, con los laterales que avanzan más arriba que los volantes, protegidos por los mediocentros.
Usando la capacidad de circulación de Kroos y Modric, el Real Madrid puede mover el balón superando la primera línea de presión rival, como ocurrió contra el Napoli, un equipo que hace de la presión su principal arma defensiva.
En el 4-3-3, los triángulos y las combinaciones que se crean entre Kroos, Modric y los jugadores de banda -extremos y laterales- producían a menudo situaciones de superioridad numérica que creaban dificultades de lectura para los sistemas defensivos rivales.
El control de los half-spaces ha sido fundamental para implementar un juego de posición capaz de aprovechar estas cualidades de la plantilla madridista. Se dio cuenta Allegri en la segunda parte de la final, cuando el Real Madrid se hizo poco a poco con el control del campo subiendo la línea defensiva y moviendo a Kroos y Modric más adelante respecto al primer tiempo, cuando ambos volantes se mantenían en línea y más cercanos a Casemiro.
Esto permitió a los hombres de Zidane aprovechar las combinaciones con Isco, que se movía por delante reposicionándose ofensivamente como mediapunta entre las líneas bianconere en el 4-3-1-2 usado por los blancos con posesión.
De este modo, tras ocupar el mediocampo, el Real Madrid encontró espacio en las bandas con Marcelo en la izquierda y Carvajal por la derecha, consiguiendo llevar balones al área bianconera.
Este 4-3-1-2 fue otra de las novedades aportadas por Zidane durante esta temporada. Con este sistema de juego, metiendo a Isco para suplir al lesionado Bale, Zidane pudo descargar a Ronaldo de trabajo defensivo, manteniéndolo en ataque, cerca de la portería. De esta decisión de Zidane se benefició todo el equipo con el crack portugués que ha perdido parte de esa capacidad de sprint largo en las bandas que tenía hace años y que es notoriamente reticente al trabajo defensivo.
En fase defensivo, Zidane ha acostumbrado a sus jugadores a presionar. Se vio contra el Napoli, el Atlético y también contra la Juventus. Una presión alta pero también, una vez perdido el balón, un gegenpressing que impedía el contragolpe rival y permitía breves contragolpes a los blancos, como en el segundo gol de Ronaldo en la final.
Contra la Juve, Zidane hizo otros ajustes significativos contra los que Allegri no supo reaccionar: para defenderse de los cambios de juego bianconeri, que en el primer tiempo habían creado problemas al equipo, Zizou pidió a los suyos defender en 4-4-2, con Isco cayendo banda y Kroos subiendo la presión, sin quedarse en 4-3-1-2 como en el primer tiempo.
De este modo, el equipo defendió mejor, más compacto y más arriba, anulando cualquier intento de contragolpe de la Juventus.
En general, el 4-4-2 con dos líneas compactas de cuatro fue la principal características defensiva de la trayectoria del Real Madrid hacia su duodécima Copa de Europa.
Así, Zidane ha ganado dos Champions en 17 meses, mejor que Guardiola y Mourinho. Nada mal para un entrenador que no parecía un predestinado para el banquillo.
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