Una bandeja de plata, fría, pesada. Un estadio lleno hasta la bandera, pese a ser lunes. Y un jugador que no olvidaba una salida con tonos frustrantes. Era el menú elegido, sin entrantes. Directamente, sin preámbulos. Iba a producirse una venganza que se serviría congelada.
Old Trafford acogería el gran duelo de la ronda de Cuartos de Final en la FA Cup. El torneo romántico por excelencia, el más antiguo, el que da oportunidades a pequeños y grandes casi a partes iguales. Y una gran cita, un partido de altos vuelos, pese a que sus mejores tiempos fueron hace una década. Un Manchester United-Arsenal siempre suele dejar imágenes para todos los gustos.
Una rivalidad muy marcada en la década de los 2000, cuando el Arsenal dominaba, cuando los Gunners eran el gran rival a batir en Inglaterra. Duelos míticos, que muchos recuerdan con añoranza. Era el gran partido, buscando un puesto en Semifinales, y tenía un horario privilegiado, sin focos alrededor que desviaran atenciones.
Un viaje recorriendo el país desde Londres. Llegaba el autobús del Arsenal a Old Trafford y bajaría un futbolista querido, o conocido, en el Teatro de los Sueños. Las últimas horas del mercado de verano dejaron numerosas operaciones, entre las que destacó la de Danny Welbeck, que dejaría el Manchester United para firmar por el club del Emirates Stadium.
Volvía Welbeck, volvía el delantero formado en el club, volvía a su ciudad, y volvía para enfrentarse al entrenador que permitió su salida por, según las informaciones surgidas en Septiembre, no tener el nivel requerido. Louis van Gaal no contó, de forma tajante, con Welbeck. La llegada de jugadores como Di María o Falcao, más la presencia de otros como van Persie o Rooney, hizo que el delantero inglés tuviese que buscarse la vida más allá de las fronteras del Gran Manchester.
Arsène Wenger sorprendía en la previa del encuentro cuando, tras oficializarse las alineaciones, dejaba en el banquillo a Olivier Giroud y daba la titularidad a Welbeck. Las cifras y comparativas entre ambos daban en cualquier ejemplo vencedor al francés, pero el técnico del Arsenal permitiría a Welbeck llevar a cabo su plan, su venganza, en la gran cita, ante su ex-afición, ante el entrenador que no le dio la oportunidad.
El fútbol es caprichoso y escribe páginas adelantando faena. Y aquí hubo una de sus más comentadas. No podía ser otro. Tras marcar Monreal el 0-1 y empatar Rooney 1-1, llegaría el turno de Danny Welbeck en la recta final del encuentro. Error grave a nivel defensivo y el delantero del Arsenal no perdonó, no falló. Hizo efectiva su venganza ante miles de miradas que miraban incrédulas. Había sido él, había aprovechado su oportunidad. La venganza estaba casi hecha. Sólo faltaría que la clasificación para Semifinales viajara de vuelta hasta el Norte de Londres. Ocurrió, fue un hecho, y Welbeck firmó su mejor trabajo.
Louis van Gaal, señalado en todos los aspectos. Por si la eliminación del Manchester United no fuera suficiente comentada e importante, con la plantilla de la que dispone, por ser el único objetivo viable que les restaba sobre la mesa deportiva, tuvo que ser el delantero que el neerlandés decidió en verano dejar escapar. Todo parecía escrito, y poca gracia tuvo que hacer a Welbeck la salida del club de su ciudad, ya que no dudó en celebrar con rabia y alegría el importante, y a posteriori determinante, gol ante un De Gea que poco pudo hacer.
La venganza es un plato que se sirve frío, dicen, aseguran las voces sabias de la plaza. Y así ocurrió. En el gran partido, en el encuentro que marcaría el futuro deportivo de ambos. Danny Welbeck llegó, vio, definió y decidió cobrarse su venganza. El héroe del Arsenal.