Se acabó una Liga más, la 24/25 nos ha dejado multitud de momentos y lecturas para analizar, pero quiero hacer hincapié en una: la valentía, el desparpajo y el buen trato por el balón han tenido su premio. Es casualidad manifiestan los escépticos, es causalidad claman los enamorados del juego.
Dos de las gratas sorpresas que nos deja esta temporada en el fútbol español son Celta y Rayo Vallecano. Dos equipos que apenas hace un año cuando sus inquilinos aterrizaron en los banquillos lo hacían para evitar el abismo. Un año después el club celeste, de la mano de Claudio Giráldez, no solo ha conseguido espantar los fantasmas del descenso, sino que se ha ganado el respeto y la admiración de todo el fútbol español dotando al Celta de una identidad propia y definida, en la que el buen trato por el balón es la pieza angular del proyecto, y en la que el grueso de la plantilla es de la casa, made in ‘A Madroa’, el propio Giráldez incluido. Esas premisas le han valido para volver a Europa ocho años después contra todo pronóstico.
Su homólogo en el banquillo rayista, Iñigo Perez también llegó para apagar fuegos en Vallecas la temporada pasada. Su trabajo, su valentía, su propuesta de fútbol vistoso, ofensivo ha provocado que el Rayo Vallecano juegue en Europa por primera vez en su historia debido a su buen hacer en la clasificación (su participación en la Copa de la UEFA 2000/01 fue debido a una invitación por ser uno de los equipos menos amonestados de Europa).
Dos de los entrenadores más jóvenes de esta liga que han obtenido una recompensa impensable al inicio de la campaña, pero justa. Aquí nadie regala nada y menos en el fútbol profesional. Claudio e Iñigo han conseguido que la virtud asome en sus pupilos, haciendo disfrutar a los aficionados celestes, rayistas y también al aficionado neutral, porque todo equipo que trata bien al balón trata bien al espectador. Es tiempo de cambio, las nuevas generaciones vienen cada vez más preparadas en los banquillos, y el fútbol sonríe, la valentía tiene su premio.
