Leía la magnífica pieza escrita por el argentino HernanCasciari y pensaba en lo extraordinario que es lo sucedido con Leo Messi. No tiene sentido alguno que la que probablemente es la persona más conocida del planeta tenga un apoyo tan unánime. Me preguntaba cómo eso podía suceder, intentando sin éxito encontrar situaciones similares en personas tan influyentes en la sociedad, cuando me di cuenta que la respuesta estaba en las letras de Hernán Casciari.
No creo que a día de hoy nadie dude de la capacidad de liderazgo de Messi. Recuerdo, en la media parte del partido contra México, una conversación con mi pareja en la que le expresaba mi preocupación por las consecuencias que tendría que Argentina quedara fuera en las primeras de cambio. Daba igual que no fuera su culpa, siempre había sido así, pero los comentarios de “pecho frío” serían inevitables en caso de derrota. El líder es el que se lleva la peor parte en caso de fracaso, más en Argentina. Y todo crece aún más cuando el líder es, puertas afuera, un líder silencioso.
Le llovían palos por todos lados cuando Messi caía en las finales una vez tras otra. Daba igual que el equipo no estuviera a la altura, que desde el banquillo no hubiera ningún proyecto medio sólido o que él fuera MVP del torneo. Para algunos era igual la plata que el último puesto. Decía Valdano un día que no tiene sentido llamar a Guardiola fracasado por no ganar la Champions, pues de esta manera todos los equipos del mundo fracasarían cada temporada con la excepción del campeón. Nada más lejos de lo que le pasaba a Lionel cuando veía como el oro se le escapaba en prórrogas o tandas de penales fatídicas. Según algunos era un pecho frío y el máximo culpable, pero el ‘10’ no alzó la voz.
Incómodo ante los micrófonos, no creo que decidiera liderar desde el silencio de manera consciente. Es más, no creo que nunca se planteara liderar en sus inicios, pero el contexto ideal del Barça de Pep le dio los mandos para ser el piloto principal dentro del terreno de juego. Fuera de él ya había otros que se encargarían de lanzar mensajes a la afición o a quien fuera; dentro, Messi nos desulmbraba un domingo tras otro. Desde el silencio se convirtió en la persona referente de Barcelona. Cuando viajo al extranjero y cuento que soy de Barcelona la mayor gente responde “Messi” con los ojos emocionados. Ni Sagrada Familia, ni fútbol, ni calçots amb romescu ni pa amb tomàquet. Messi, emblema de Barcelona en el mundo. Messi ganó la Creu de Sant Jordi sin pronunciar una palabra en catalán porque Messi no necesita abrir la boca. Y si un día le da por ser presidente de la Generalitat no tengan dudas de que lo conseguirá.
Así, sin abrir la boca, Messi consiguió que su nombre estuviera siempre vinculado al balón. Sin declaraciones no hay lugar para polémicas, nadie puede poner palabras en tu boca cuando no la abres. Mientras sus compañeros afirmaban que nunca se habían encontrado con un líder tan influyente como Messi él esquivaba los micros. La voz cantante, pero dentro del vestuario. Las frustraciones con su selección le hicieron mostrar su parte más humana, la del llanto, la de la persona que lo da todo por su sueño mientras la suerte le da la espalda. Mientras desde Argentina entonaban el “pecho frío” y Messi sufría en la sombra, el mundo se lamentaba y pedía que el fútbol le devolviera al ‘10’ todo lo que el ‘10’ le había dado.
Argentina – Francia en la final del mundo, y el mundo se posicionó al lado de la celeste y blanco. Ni por amor al país ni a su selección, si no por amor a un tío que construyó una narrativa perfecta sin ni siquiera darse cuenta. Era el mejor del mundo cuando tenía 22 años y encadenó elogios y éxitos desde entonces, pero su sueño no se cumplió hasta los 35, en la última oportunidad de alcanzar la gloria con su amada Argentina. Una historia de película que reclamaba un final feliz. Solo madridistas y franceses querían que fueran Francia los que lograran la tercera estrella; el resto del mundo deseaba premiar a Messi.
Nada de eso se habría dado si Messi no hubiera sido un ser introvertido y hubiera copado portadas con declaraciones y polémicas. Él no quiso nada de esto y se dedicó a dar patadas a la pelota mejor que nadie. Decidió el destino que el chico que no quería ser noticia sería el hombre más famoso del mundo, y su voluntad de alejarse de los micrófonos acabó por hacer que prácticamente todos quisieran su felicidad.
Porque cuando Messi sonríe el fútbol sonríe, porque cuando Messi es feliz hace feliz a millones de personas. Porque el mundo quería que Messi cumpliera su sueño y el destino decidió ser justo con el ‘10’.