Esta es una historia que cuenta con el Injerto, el Nalón CF o el Mora. Hay muchos más, pero esto no es cuestión de nombrar a todos los conjuntos que este miércoles cuajaron un sueño que parecía imposible hace no mucho: jugar la Copa del Rey. Simplemente. No ganarla, ni mucho menos. Solamente sentirla. Fíjense en las reacciones de todas las eliminatorias que se disputaron y se las ponéis a los que aseguran que son veintidós tipos detrás de la pelota. El sorteo de ayer fue la continuación de una historia que recordarán hasta el fin de sus días.
El fútbol tiene nos obliga con tesón, además de hacernos vibrar como si volviéramos a parvulario, a aprender sobre la geografía mundial. Hay algún amigo, no pondré su nombre por razones obvias, que cuando le preguntaron por la capital de Rumanía no dudó ni un segundo: la respuesta es Steaua. El pobre no tuvo tiempo de pensar que ese Steaua iba acompañado de Bucarest, pero su fervor por la pelota le ayudó a acercarse al acierto. No aprobó, pero algo es algo. Con la Copa hemos ubicado lugares que puede que tengamos mucho más cerca de lo que creemos. El Medio Cudeyo es cántabro: ¿lo sabías antes de leerlo aquí o de verlos jugar en el torneo? Me arriesgo: no creo.
Aunque el verdadero placer de este deporte cada vez más manchado es el del éxito de este tipo de competiciones. Jugadores a tiempo parcial, de la noche a la mañana, tienen la oportunidad de enfrentarse a futbolistas con los que juegan en las consolas. Seguramente su día a día sea un sinfín de cambios de turno, de negativas a parejas y familiares por el simple placer de jugar. Durante meses serán la comidilla en sus trabajos y en sus círculos sociales. Les reclamarán camisetas y gestos de los ídolos que juegan en la máxima categoría. Qué envidia.
Imagen de cabecera: @FCJMollerussa