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Eredivisie

La segunda vida de Mo

En el año 2019, Mo Ihattaren era la gran perla del fútbol neerlandés y uno de los jugadores más prometedores del panorama mundial. Su habilidad con el balón y su determinación le colocaron como el objetivo de los grandes clubes europeos, y la realidad es que la Juventus acabó ganando la carrera por su fichaje. Pero su temperamento, sus pares semejantes y su actitud incorregible terminaron por echarlo a los leones. Ihattaren ha vivido episodios más allá de lo futbolístico como para dilapidar una carrera y, de hecho, eso ha sucedido con la suya: la muerte de su padre lo cambió todo, estuvo durante un tiempo en paradero desconocido, ha tenido que lidiar con la depresión, la policía lo investigó por sus vínculos con la Mocro Maffia, la propia mafia lo amenazó de muerte y se llegó a especular con su retirada antes de su 20 cumpleaños. Hoy, con 22, busca revivir su fútbol en RKC Waalwijk, uno de los peores equipos de la Eredivisie. Y parece que lo está logrando.

Mohammed Amine Ihattaren nació en 2002 en Kanaleneiland, un barrio de Utrecht, en Países Bajos. Kanaleneiland no es un lugar cualquiera. En 2005, el gobierno neerlandés lo declaró como uno de los distritos más problemáticos del país y que, por tanto, requería una atención extra por parte de los políticos. En otras palabras, si David Simon hubiera decidido rodar su The Wire en Holanda y no en Baltimore, posiblemente, entre los escenarios a elegir, junto con alguna zona baja de Ámsterdam o alguna barriada de Tilburgo, hubiera estado Kaneleneiland. Allí, el último censo dice que viven algo más de 15.000 personas. De allí, por cierto, salieron tremendos talentos para el fútbol, como Ibrahim Afellay o Ismail Aissati.

Ihattaren es uno de los seis hijos que tuvieron sus padres, marroquíes que aterrizaron en la localidad a mediados de los 80 para buscar una vida mejor. A los siete años, Mo comenzó a jugar al fútbol en el SV Houten, club amateur de la zona. Allí, Mo se convirtió en Ibi. Tanto sus técnicos como los rivales veían en ese renacuajo el mismo desparpajo que habían observado unos años antes en Afellay y, por semejanza futbolística, lo acabaron renombrando como al ex del Barcelona y PSV, entre otros. La comparación no se quedaría en aquel niño de siete años, sino que sería sostenida en el tiempo por compañeros de selección. “Es un calco de Afellay en su forma de andar y de regatear”, diría Nigel de Jong la primera vez que coincidieron en la absoluta. “¿Eres de Utrecht, verdad?”, le espetaría Wesley Sneijder al ver su estilo.

En el Houten apenas estuvo seis meses. Los ojeadores del PSV (los mismos que ficharon también a Afellay y a Aissati) le echaron rápido el guante y, con ocho años, Mo pasó a jugar en las filas del club de Eindhoven. Y su progresión fue en claro aumento. El talento natural de Ihattaren es algo que solo tienen algunos jugadores en la historia, como Rijkaard o Van Basten tenían siendo juveniles”, admitieron los responsables de la cantera del club cuando le vieron progresar. “Es único en su estilo”, resolvería Aad de Mos, director de todas las categorías inferiores del equipo.

Además, si algo han recalcado a lo largo del tiempo quienes más contacto tuvieron con los Ihattaren tanto en Houten como en el PSV es que, tanto la familia como él, destacaban por su amabilidad, simpatía y por su humildad en el día a día. “Es obvio que es único. No quiero ponerle techo y decir que va a ser el mejor, aunque técnicamente sea muy bueno, porque sabemos que luego pueden pasar muchas cosas. Pero con Mo estamos tranquilos porque vemos que su entorno es muy bueno, desvelaría De Mos cuando el jugador tenía 15 años. “Aprovecha siempre que le dan unos días de vacaciones y vuelve a casa para venir y jugar con los niños del Houten”, diría Vermeulen, su técnico en el club donde se inició.

Ihattaren progresó a un ritmo vertiginoso y empezó a jugar amistosos con la Sub15 y la Sub16 de Países Bajos. En aquellos partidos, ante Brasil, Inglaterra, Bélgica o Alemania, eclipsó a jugadores del calado de Cole Palmer, Greenwood o Doku. Poco después cumpliría los 16 años y, además de debutar con la Sub17, entraba en la edad en la que podía firmar un contrato profesional. Fueron semanas donde los directivos del PSV tuvieron que sudar la gota gorda, intentando espantar a todos los gigantes europeos que se habían interesado por el chico que, dos semanas después de aquel cumpleaños, acabaría firmando una vinculación de tres años con el equipo neerlandés. Para tratar de convencerle, incluso, aparecieron en las negociaciones altos cargos de la propia Federación de fútbol del país. No se podía dejar escapar semejante talento.

Con su futuro ligado al PSV, Ihattaren fue convocado para la Eurocopa Sub17 y reventó el torneo. Países Bajos acabó como campeón del evento, ganando todos los encuentros, en un camino de espinas que le hizo medirse a Alemania, España, Irlanda, Inglaterra, Serbia e Italia. Casi nada. Mo jugó cinco de ellos (descansó ante España) y repartió cuatro asistencias, cada una en un duelo, para dar a su equipo el título y erigirse como una de las futuras estrellas del fútbol mundial. Entonces, no se repartían entorchados individuales a mejor futbolista de la cita pero, de haberlo hecho, el neerlandés habría estado en la pugna por él.

Van Bommel, técnico del primer equipo del PSV, empezó a darle protagonismo, se lo llevó en pretemporada, le dio importancia en los entrenamientos y lo hizo debutar a principios de 2019, con 16 años, y sin pasar por el equipo B siquiera. Van Bommel lo conocía, lo había dirigido en las categorías inferiores, y ahora iba a empezar a alternar con el primer equipo y con el juvenil, comandado por Van Nistelrooy, antes de dar el salto definitivo a la primera plantilla, algo que sucedió bastante pronto.

Tras el verano de 2019, Mo se hizo indiscutible en los planes del PSV. Aún era menor de edad, pero su talento dejó en el banquillo a jugadores que eran incluso mayores que él y parecían tener también un buen futuro, como Madueke (hoy en el Chelsea) o Gakpo (en el Liverpool). Pero a finales de año su vida cambió. Su padre falleció. Mostapha Ihattaren había sido el espejo y el mentor del pequeño futbolista. Y ahora Mo había perdido su referencia y su inspiración. “Cuando te pasa algo así te das cuenta de que tener padres es una bendición. El mío era mi mayor seguidor, mi mayor apoyo. Lo echo mucho de menos y eso cambió mi vida”, admitiría años después.

Getty Images

Después de año y medio sufriendo cáncer, Mostapha se marchó para dejar un vacío irreparable en su hijo. “Veía a mis compañeros que llamaban a sus padres a todas horas. Yo me pasé meses rezando por el mío y ahora lo tengo que hacer, pero sin poder hablar con él. Cuando mi padre murió, no tenía ganas de hacer nada. Mo era solo un crio y, en aquellos momentos, Marruecos y Países Bajos estaban librando una batalla por tenerle en sus filas. Ihattaren nunca había renegado de sus raíces, pero siempre había admitido públicamente que le debía todo a Países Bajos y que su idea era jugar con ellos, pero que no quería precipitarse en sus decisiones mientras la salud de su padre fuera delicada. Por eso, Países Bajos nunca pudo convocarlo en todos esos meses. No se había pronunciado de manera oficial.

Pero en el entierro de Mostapha, en Marruecos, se presentaron emisarios de la federación del país africano con intenciones futbolísticas. «Utilizaron un momento doloroso para intentar hablar de fútbol», admitían él y su hermano. «Por eso nunca tomé en consideración jugar para ellos». Se terminó decantando por Países Bajos y pronto iría convocado. Quiso la casualidad, que el primer duelo que jugase tras el trágico episodio fuera en casa del Utrecht, allí donde él se había criado y donde seguía viviendo toda su familia. Mo no pudo contener las lágrimas cuando, de manera espontánea, la afición del equipo local arrancó con un minuto de aplausos en el 24 (su dorsal).

Todas estas situaciones lo llevaron al extremo y terminó cayendo en una depresión de la que le costó salir y de la que ha recaído. También llegó un año complicado, por la pandemia, y a finales de 2020, cuando retornó el fútbol, Lodeweges, seleccionador absoluto, le dio la primera convocatoria para un doble partido de Nations League. Mo no llegó a debutar y su actitud en el banquillo fue muy criticada en prensa. Gesto torcido, cara de enfado y mirada como para matar a alguien. Poco después, ya con De Boer como técnico, volvería a ser convocado, pero tendría que abandonar la convocatoria por una lesión que le impidió hacer su estreno con los mayores. Quizás para siempre.

Porque Mo empezó a tocar fondo cuando Roger Schmidt asumió como entrenador del PSV. Solo tenía 18 años cuando arrancó la temporada. Después de tanto subibaja, ese tenía que ser el año de Mo. Pero su caída a los infiernos acababa de empezar. “No tenía ganas de nada e incluso me costaba ir a entrenar. A veces tenían que venir a buscarme a casa y sacarme de la cama, diría. Algo que le sucedería durante los siguientes años, uno de los síntomas de aquella depresión que estaba padeciendo y a la que no ponía nombre.

El técnico se peleó en numerosas ocasiones con él, le recriminó en público y le expulsó de entrenamientos por su actitud. Mino Raiola, que le empezó a llevar la carrera, comenzó a acusar al entrenador y a mover los hilos para una futura salida y el jugador empezó a lesionarse más de lo habitual. O al menos eso decía Schmidt para dejarle fuera en según qué partidos. Y, con un solo año de contrato, estaba claro que cada vez la relación entre club y jugador estaba acabada.

Raiola exigió una venta en enero de 2021 y llevó al club los comunicados donde Arsenal, Juventus, Manchester United, Chelsea, Liverpool y Bayern Múnich habían mostrado interés en el futbolista, pero el PSV se negó en rotundo y por petición del técnico apartó al jugador durante los últimos meses de su contrato, que terminó llegando a la Juventus en verano por un precio irrisorio: 1 millón de euros.

Pero después de tanto tiempo sin jugar y con un equipo plagado de atacantes (Ronaldo, Dybala, Kean, Vlahovic, Chiesa, Bernardeschi o Morata), el equipo turinés tenía planeado que Ihattaren jugara 12 meses cedido en la Sampdoria. Allí llegó con cinco kilos de más, después de tanta inactividad y, aunque fue incluido en su primera convocatoria nada más llegar, nunca más se volvió a saber de él. Un par de semanas después de aquel primer partido, Mo Ihattaren desapareció. De manera literal. Tenía 19 años. Era el segundo aniversario de la muerte de su padre, y él se volvió a Utrecht, a caminar por la noche en soledad y a hablarle al cielo, por si le escuchaba.

“Estaba en Genoa solo. No conocía a nadie. En una habitación que me estaba comiendo. No podía seguir allí, y me tuve que volver a casa”, reveló tiempo después. El problema es que no había avisado a nadie. Y, durante un mes, ni Juventus ni Sampdoria conocieron el paradero de su jugador. Fue la prensa neerlandesa la que reveló su paradero, después de ser visto entrenando en un campo municipal con un preparador físico con el que había coincidido en las inferiores de Países Bajos. En los mismos noticiarios, por cierto, se publicó que el jugador estaba barruntando la idea de retirarse.

Lo que sí quedó claro es que Mo le dijo a la Juventus que no iba a volver a la Sampdoria y, en enero de 2022, con el mercado abierto, el Ajax pidió su cesión. Mo tardó tres meses en ponerse a punto y recuperar la forma, fue convocado generalmente con el filial y acabó jugando cuatro minutitos en la final de Copa. “Agradezco a todos en el Ajax su ayuda. Estoy muy feliz. Ten Hag, Heitinga, los fisios, algunos jugadores… Todos me han dado mucho cariño. Aún estoy muy lejos de mi mejor forma, pero estoy muy contento”, decía un Ihattaren que tenía solo 20 años, pero que había vivido más de lo imaginable.

El Ajax tenía una opción de compra que parecía iba a efectuar. Y, cuando parecía que Mo veía la luz al final del túnel, otro problema de tremendas dimensiones apareció: su coche amaneció una mañana totalmente calcinado. Horas antes, el mismo coche, un Porsche, había sido el vehículo con el que miembros de la Mocro Maffia habían llegado a los juzgados de Ámsterdam a testificar por el Caso Marengo, en el que 17 personas del grupo fueron condenadas por asesinatos en un proceso que duró seis años y que fue el primer gran golpe contra este clan criminal de Países Bajos.

Ihattaren, entonces, fue detenido. De Telegraaf publicó que el jugador había recibido amenazas de un clan mafioso por estar saliendo con una joven, aunque también que él tenía vínculos con otra mafia rival. El Ajax rompió inmediatamente la cesión y la Juventus trató de hacer lo propio, pero no se pudo desligar contractualmente del jugador, que tres meses después volvió a ser detenido y, aunque nunca se desveló el motivo, los medios filtraron que había sido por una pelea con su novia.

Quedó apartado y, por un tiempo, Wesley Sneijder se animó a entrenarle y ayudarle, pero la relación duró poco, toda vez que no estaba totalmente enfocado en el fútbol. “Está demasiado cerca de personas peligrosas que no le convienen”, diría un portavoz de la policía a los medios. En verano, la Juventus accedió a dejarle libre. Recaló en un equipo de Turquía, pero ni llegó a entrenar con ellos. “Ha cambiado sus pretensiones económicas cuando todo estaba acordado”.

En diciembre de 2023 aterrizó en el Slavia de Praga, pero terminó jugando en el filial y saliendo a los tres meses de llegar. Después de seis meses sin equipo y con un nuevo agente (el hermano de Appie Nouri), Mo se unió al RKC Waalwijk, equipo que la temporada pasada salvó la categoría en la Eredivisie por solo un punto. Cuando llegó, en la jornada siete de campeonato, el club era colista y no tenía ni un punto. Todo derrotas. Pero el técnico quería recuperarle y sabía que, si estaba en forma, era un jugador para salvarles él solito. “Solo tiene 22 años y aún está a tiempo de explotar”.

Desde que ha llegado, el RKC Waalwijk ha dado un paso adelante. Muy pasado de peso y con muchísima falta de ritmo, Mo ha ido poco a poco ganando importancia y jugando cada vez más minutos. Suma seis titularidades seguidas y en los últimos cinco duelos ha logrado dos goles y otras tantas asistencias. El RKC Waalwijk ha ganado los dos últimos encuentros y, aunque lo tiene muy difícil, su progresión invita a pensar que podría luchar por salir del pozo. Ihattaren ha sido uno de los jugadores destacados de este inicio de 2025 en la Eredivisie. Sueña con volver a ser feliz jugando al fútbol. Y el fútbol sería feliz si Mo recuperase su nivel. “No he vuelto por mí mismo. He vuelto por mi apellido. Así, no me puedo permitir volver a recaer. Si lo hiciera, no lo haría solo yo, sino que dejaría caer a mi padre. Y yo quiero mantener su nombre en todo lo alto”.

Periodista | Profesor | Deporte en general y fútbol en particular | 📚Escribí 'Atleti, historia de un despertar' | A veces hago hilos 🧵

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