Ha pasado una semana de la ‘debacle romana’ del Barça en Champions y aún me
cuesta sacarme de la cabeza ciertas imágenes de nuestros jugadores encarando el
túnel de vestuarios, segundos después de certificarse una de las mayores catástrofes
que recordamos. Especialmente, me dolió ver la cara de Leo Messi. Esa cara que,
por desgracia, se está convirtiendo en algo familiar en las últimas temporadas,
justo en el tramo en el que nos jugamos el ser o no ser en Europa, y que me
hiere por dentro dado el afecto que le tengo al jugador más importante de la
historia de nuestro club.
La sensación de dependencia hacia Messi ha estado presente en el Camp Nou a
lo largo de la temporada. En tramos en el que la calidad del juego ha estado a
niveles inferiores de los deseados, ha bastado una reiterada dosis de
pragmatismo y solidez para que el conjunto de Ernesto Valverde haya sacado los
partidos adelante con unos resultados que han valido para encarar la Liga con
una tranquilidad que casi no recordábamos. Eso sí, ese pragmatismo se ha
manifestado, muy a menudo, de la misma forma: con una jugada que Leo Messi se
ha sacado de la manga para decidir o encarrilar un partido. Ya sea en forma de
falta directa, asistencia, gol desde fuera del área o remate al primer toque,
hemos asistido quizás a la fase más totalitaria de Messi, en la que el genio
rosarino se ha acabado convirtiendo en la manta capaz de cubrir y cobijar a
todo un equipo.
Una manta como Messi te protege y te reconforta gracias a una serie de
características que proporcionan una alta cuota de confort. Suele aumentar el
bienestar de quienes la usan y soluciona el pequeño contratiempo térmico que
puedes tener, presentado en forma de equipo del campeonato doméstico al que
debes ganar. El nivel de satisfacción ante estos casos es alto, pero el
problema viene cuando se usa esa manta de forma excesiva durante mucho tiempo:
es posible que, poco a poco, se vaya desgastando y no sea capaz de ofrecer la
eficacia que tenía antes.
Es comprensible que esto pueda pasar (solo faltaría) con cualquier jugador
del mundo, así que aún más con Messi. Por ese motivo, creo que se le debe
eximir de cualquier accidente que pueda acontecer durante un día en que no
puede cubrirlo todo. Me parece una gran injusticia querer cargarle un alto
porcentaje de la eliminación a alguien que lleva toda la temporada sustentando
un equipo al que le ha faltado brillantez y dominio del juego. ¿Cómo debe
afectar a Leo Messi la triste realidad de comprobar, semana a semana, que tiene
que ser él quien tiene la responsabilidad de decantar el resultado de un
partido a favor de su equipo? ¿Qué debe pasar por su cabeza al terminar un
partido que te elimina de la Champions League? Es algo que difícilmente
llegaremos a saber, pero que podemos intuir a través de su fría e imperturbable
expresión camino del vestuario del Stadio
Olimpico di Roma.
En casa, todos hemos compartido una manta, ese valioso objeto que nos
ofrece comodidad y tranquilidad. Es algo que a menudo se hace en pareja y en
familia, pero sabemos que cuando es mucha la gente que trata de cobijarse bajo ella,
esta no puede cumplir su función con éxito. No da abasto por el simple hecho de
que cuesta llegar a todo cuando la superficie a cubrir es desmesurada. Ese
encargo de sostenimiento grupal continuo al que se está viendo obligado Messi,
junto con la poca capacidad de reacción mostrada por el club ante estas
situaciones en las que estamos tropezando una y otra vez, me hacen pensar que
nuestra manta puede verse desbordada en más ocasiones en el futuro. La misión
del entrenador es hacer que el grupo de jugadores pueda llegar en plenas condiciones
a los meses de abril y mayo (algo que este año no se ha cuidado) para disponer
de más mantas que puedan cubrirse las unas a las otras en vez de dejar toda la
responsabilidad en manos de un líder al que le puede estar cansando esta reiteración
de cobijos fallidos, a medida que vislumbra la (esperemos que larga) recta
final de su ciclo como jugador azulgrana.
Hablando de mantas y cobijos: opino que no solo son algunos jugadores los
que se buscan refugio constantemente. En nuestro club habitan otras personas,
no tan visibles en el transcurso de las semanas y partidos, que ya hace tiempo
que se esconden también bajo la manta Messi. Un grupo de individuos que
necesitan como el comer esta manta que les está cubriendo asuntos relativos a
la dirección y gestión del club. Asuntos estructurales que, sin un argumento
deportivo que los tapen, quedarían expuestos de una forma que no les dejaría en
muy buen lugar. Y es precisamente por estas cosas que Messi es un jugador
único: no solo tapa a sus compañeros en muchos partidos, sino que es capaz de
hacerlo con un club entero.
Gracias por abrigarnos como solo tú sabes hacerlo, Leo.
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